Revalorar el Tejido

«Sneru þær af afli 
örlögþáttu, 
þá er borgir braut 
í Bráluni; 
þær of greiddu 
gullin símu 
ok und mánasal 
miðjan festu.»  

«With all their might
 they spun the fatal threads, 
 that he should break burghs
in Bralund. 
They stretched out
the golden cord, 
and beneath the moon’s hall
 fixed it in the middle.«

Siempre he creído que el tejer tiene algo mágico. Quizás todas esas historias de las Nornas y las Moiras hilando los destinos de hombres y dioses calaron profundo en mí.

Yo vengo de una familia de tejedoras. Mi abuelita era seca, mi Grannie (como le decíamos), era capaz de hacer lo que le pidieras y no se demoraba nada. ¡Todo tipo de puntos! Chalecos, bufandas, calcetines, gorros, guantes, muñecos. Lo que fuera… Mientras ella vivió creo que jamás me compré un chaleco. No tenía sentido, ¿para qué si ella podía hacérmelo? Daba lo mismo si se trataba de palillos o crochet… Y creo (si no me equivoco) que hasta macramé sabía hacer. También bordaba, sobre todo punto cruz. Ella tenía una frase que nunca más se me fue de la cabeza:

«Sólo los tontos se aburren»

Solía decirme y yo creo que eso me marcó. Ahora entiendo tan bien cuando ella me decía que sencillamente no toleraba andar de ociosa.

Yo de pequeña, sentada frente al telar gigante de mi madre.

Luego viene mi mamá, que con menos tiempo para hacer cosas entre su trabajo y la casa, y aún así la vi realizando todo tipo de proyectos. Entre mi abuela, mi mamá y mi tía siempre vi que las cortinas y cenefas habían sido tejidas por ellas, los cubrecamas, los cojines, las alfombras, las frazadas, los toma-ollas, las fundas de los cojines, etc… Yo soy de la generación que alcanzó usar calzones de lana para el frío (¡y pucha que eran ricos!). Yo era como ese video de 31 Minutos «Mi mamá me lo teje todo.»

Por supuesto que intentaron enseñarme todo esto, a veces con mayor o menor éxito. Recuerdo que el punto cruz me entretenía harto, mi Grannie llegaba con esos cuadros sencillos para niños en mallas grandes para entretenerme en las vacaciones de verano. Mi mamá incluso me había armado un bastidor para enseñarme las distintas variedades de puntos de bordado. El tejido en cambio me costó más. Mi primer intento con el crochet fue un desastre, hasta que lo retomé de adolescente y se me hizo bastante fácil. Los palillos, fue otra cosa. Mi primer trabajo era un cuadrado que teníamos que tejer en la clase de técnico manual (sí, en ese entonces no enseñaban esas cosas en el colegio). ¡Uf! Me era tan difícil y me enredaba tanto… Al final parecía más un queso con tanto hoyo… Se suponía que lo uniríamos todo para hacer una manta entre todo el curso y regalársela a no-se-quién. Al final, admito que hice trampa, mi mamá lo terminó por mí porque eran más de las 12 de la noche y todavía no llevaba ni la mitad. Para mí siempre fue complejo aprender a tejer porque además yo soy zurda entonces veía todo al revés cuando la gente intentaba enseñarme y todavía no tenía la capacidad de dar vuelta la información que me presentaban (ese sería un buen tema para otro post, mi vida como zurda). En esa época no existía, como ahora, el Youtube para encontrar las respuestas a todos mis problemas y no le entendía nada a los dibujos de las revistas de instructivos. Fue en la universidad que hice las paces con los palillos. Entre mis compañeras de la U y la Secretaria (que nos tenía mucho cariño y paciencia) me explicaron bien y ya para entonces mi cerebro hizo click. No era que antes me hubiesen enseñado mal, pero era muy chica y desinteresada como para aprender. En la U, recuerdo, que con mis amigas llevábamos nuestras lanas y nos pasábamos las largas ventanas tejiendo y conversando (esto, antes del período de exámenes y trabajos, claro). Cómo será que hasta nos empezaron a llamar el «centro de madres.»

Mi última creación, una capucha tejida a palillo.

¿Por qué les cuento todo esto? Porque de pequeña en realidad no valoraba tanto lo que tenía. Fue después, de adulta, que me di cuenta del verdadero valor de las cosas. Esas revistas que siempre encontré tan setenteras, tenían los patrones para los mismos chalecos hermosos que ahora busco como loca en Pinterest. Si mi abuela viviera todavía no saben la cantidad de chalecos que le encargaría. Con mi mamá gastamos tiempo hablando de lanas y cuanta plata debo haber gastado en madejas y colores con texturas y calidades varias…

Vitrina de una de las tiendas de tejidos en Estocolmo.

El tejer es todo un arte y pocas veces reconocido. Requiere de mucha paciencia, pero también conocimiento y experiencia. A pesar de todo yo estoy todavía en pañales. Ni siquiera he logrado terminar mi primer chaleco. Pero sí ha cambiado mi percepción con respecto a esta disciplina. Mientras más conozco, más valoro. Hace poco pude realizar un viaje a Suecia y créanme que uno de mis destinos más importantes fue las tiendas de chalecos con todos esos tejidos nórdicos tan típicos de allá. El tejido nos habla de culturas y tradiciones. Y a medida que me he ido interesando más por la historia y la recreación histórica es que también uno le va tomando el peso a los procesos de confección.

Mis primeros experimentos en fieltro.

¿Sabían ustedes que para realizar una túnica básica, tipo medieval, uno necesita primero trasquilar la oveja, lavar la lana de impurezas, cardarla, peinarla y separar las fibras, hilarla, teñirla, urdir el telar y tejerlo, rematar los bordes y ahí recién tienes el pedazo de tela. La túnica medieval que es probablemente la tenida más básica de ropa y la que más perpetuidad tuvo en el tiempo (pues todavía reconozco su patrón en el camisón de dormir que se vende hasta nuestros días), estaba pensado para ser una ropa cómoda y práctica que se ajustara bien al cuerpo, pero realizado con la menor cantidad posible de desperdicio de tela. El patrón es muy básico. Casi puros rectángulos y cuadrados. ¡No es de extrañar! Con tanto esfuerzo, nadie quiere llenarse de restos de tela que no sirvan para nada.

Pero no es sólo el trabajo, es también lo que se realiza durante el trabajo. Las mujeres hilan, amasan la lana, la lavan, en comunidad. Conversan y cantan mientras lo hacen. Igual que yo con mis compañeras de la U. ¿Sabían, por ejemplo, que en Escocia las mujeres tenían canciones para cada parte del proceso? Canciones que no sólo marcan el ritmo de trabajo, sino que además pueden servir para medir el trabajo. ¿Cuántas canciones te toma este amasado? ¿Cuántas canciones se necesitan para un metro de tela?

Vean este documental (en inglés) desde el minuto 13 en adelante, ahí aparece lo que les cuento de las canciones.

Y esto no es sólo una anécdota europea. ¿Por qué sino existe esta expresión del «Centro de Madres»? Porque el tejido cumple una función práctica, pero también social. El encuentro con el otro mientras trabajas, la comunicación y el intercambio de experiencias puede llegar a convertirse en algo casi político.

Mi Grannie tenía un grupo de amigas con el que se juntaba todos los martes a tomar once, se habían puesto «las abejas» porque eran muy trabajadoras. Siempre llevaban sus proyectos que constaban de diferentes tejidos y bordados. Pero esto no es sólo una reunión social de un grupo de élite. Es un acto muy antiguo. El formar comunidad. Recuerdo que muchos de los muñequitos de lana que mi abuela tejió eran para la venta de la Iglesia.

Hoy los tiempos han cambiado. Cuando les hice clases a alumnos de 8vo básico me di cuenta de que muchos jamás habían tomado una aguja en su vida. Les mostré las arpilleras de Violeta Parra, los diseños textiles de los telares Mapuche, las arpilleras de la Vicaría de la Solidaridad… Les expliqué que el tejido y el bordado pueden ser más que sólo un uso práctico, sino que pueden ser también herramientas para la expresión, pueden ser obras de Arte. Les mostré los tapices medievales y los gobelinos venecianos. Las ropas de los emperadores chinos… Y quizás lo más importante: Les mostré también los altos costos de la fast fashion de hoy en día. Mano de obra barata que está más cerca de la esclavitud que de un trabajo remunerado. Una tremenda huella de agua de las marcas más conocidas. Los gigantescos basurales de ropa usada (como los que se están generando en nuestro desierto de Atacama y en otras partes del mundo) o como se quema la ropa que no ha logrado ser vendida, pero que las grandes tiendas necesitan desechar de sus bodegas para volver a llenarlas con más ropa. Sencillamente no podemos seguir así. Debemos valorar el oficio, el trabajo manual y re-considerar nuestros estilos de vida. Un modo de vestir que no sea dañino para el medio ambiente, que no fomente nuestro consumismo y que represente un modo de vida justo para aquellos que se involucran en su confección. Después de hablar de todo esto les enseñé a mis alumnos algunas técnicas básicas de bordado, igual a como yo había empezado… Y ellos crearon sus propias arpilleras… Quedé deslumbrada. Eran maravillosas. -«Profe, el otro día me acordé de usted, se me había hecho un hoyo en el calcetín y yo mismo lo cosí.» – Me dijo un alumno, me sentí realizada.

¿Por qué les menciono esto? Para que tomen consciencia. Una cosa es que les guste este hobby, como yo que ahora aparte de bordar y tejer, estoy aprendiendo más de telares, agujas, tabletas y fieltro… Otra cosa es que culturalmente te interesen los procesos y las expresiones de distintas culturas a través de este lenguaje (cosa que también encuentro muy apasionante). Pero si ninguna de estas te llama la atención, al menos que tomen consciencia de todo el proceso que significa la fabricación de una pieza de ropa. El esfuerzo que hay detrás, la calidad de un producto hecho a mano, con fibras naturales, respetando al medio ambiente y a los trabajadores que lo realizaron.

Algunas de mis incursiones en Tejido con Tabletas.
Un amigo muy querido luce la bufanda que tejí especialmente para él a telar con los colores de su clan. Es una bufanda con historia.

Mi pasión por la lana me ha servido para valorar más a la historia y las culturas que hay detrás de cada tejido, así como mi propia historia familiar. Pero también me ha servido para tomar consciencia de nuestro estilo de vida presente. Cada vez me convenzo más de que hay cosas que en realidad no necesito y que prefiero pagar un poco más caro por algo de buena calidad y que me será eterno a una pieza de poliéster (plástico) que no le hace bien ni a mi cuerpo ni al medio ambiente, que quizás esté retroalimentando a una industria que trata mal a sus trabajadores y que sólo le interesa el consumo, que probablemente me incomode y que ya estará pasada de moda la temporada siguiente.

Cuando aprendemos que todo tiene una historia, uno mira las cosas de forma diferente.

¿Y tú? ¿Qué opinas? ¿Tienes algún hobby? ¿Te has atrevido a experimentar con algún arte textil? ¿Qué opinas sobre la fast fashion? Escríbeme en los comentarios, tu opinión me interesa.

«See! warp is stretched
For warriors’ fall,
Lo! weft in loom

Tis wet with blood;
Now fight foreboding,
‘Neath friends’ swift fingers,
Our grey woof waxeth
With war’s alarms,
Our warp bloodred,
Our weft corseblue.

«This woof is y-woven
With entrails of men,
This warp is hardweighted
With heads of the slain,
Spears blood-besprinkled
For spindles we use,
Our loom ironbound,
And arrows our reels;
With swords for our shuttles
This war-woof we work;
So weave we, weird sisters,
Our warwinning woof.

-Saga de Njal-

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: