
Ok, ya sé que he hablado de esto antes, pero es que sigue persiguiéndome y es francamente enervante. Por favor, detengámonos un segundo para hablar de esto del Aprender a aprender.
Cuando era pequeña recuerdo que mi mamá me compró un libro que se llamaba «Aprender a aprender» y me carrrrgaba porque era de esos típicos libros que te enseñan a cómo estudiar, tema que estaba más que repetido en clases. La típica «encuentra un lugar con buena luz y pocas distracciones, un escritorio en donde puedas sentarte derecho cuidando tu espalda…» y en el fondo era una serie de instrucciones sobre cómo hacer las tareas. Lo odiaba. Sobre todo porque yo era de las que hacía las tareas sentada en el suelo de mi pieza o estudiaba tirada en la cama. ¡Y si era con música de fondo mucho mejor! Ahora de grande no niego que ese sistema pudiese ser bueno en muchos sentidos, pero deja de lado que cada niño es único y por lo tanto las formas de aprender también. Niños más inquietos podrían verse favorecidos al no contar con tantas distracciones, pero también he visto niños con hiperactividad que les resulta más cómodo estudiar sobre una pelota saltarina que torturándolos obligados a permanecer sentados en un escritorio. Es relativo.
A lo que voy eso sí es un tema diferente: como les contaba, Aprender a aprender, para mí, estaba asociado a eso. Hoy en día me doy cuenta de que aprender a aprender es en realidad OOOOOOtra cosa, quizás la única y más grande lección que podemos sacarle a la vida.
Como este último año he tenido más tiempo para desarrollar mis proyectos, obviamente los he compartido en redes sociales porque me siento orgullosa de ellos y quiero compartir mis alegrías, pero he notado un aumento de los comentarios del tipo «¡Qué seca eres!» «¡Yo jamás podría hacer algo así!» Y esa clase de cosas. Si bien me siento muy halaga por las muestras de cariño que no dudo de que sean reales, una parte de mí no puede evitar generar un pequeño tic en el ojo cada vez que me topo con ese tipo de comentarios. Este es un tema del que ya he hablado previamente, tanto en «Sobre el hacer» como en «3 Cosas que de seguro has escuchado si estudiaste Arte.»
No sé si se deba a la distancia que se genera cuando la gente no participa de una profesión, pero pareciera ser una creencia establecida que el talento es algo con lo que uno nace, no algo que uno desarrolla a lo largo del tiempo, con perseverancia y esfuerzo. Y déjenme decirles inmediatamente que NO. El talento se hace. Incluso si naces con una cierta tendencia que te facilita ciertas áreas, es necesario desarrollar esas áreas. Eso se hace con práctica. Entonces, creo que se trata de un problema de la estructura de la oración, pues la frase no debiese ser: «Yo nunca podría hacer algo así.» Sino más bien: «Yo nunca podría dedicarme a intentar a hacer algo parecido.»
¿Por qué? ¿Por qué es tan importante este pequeño cambio casi que gramatical? Porque al plantear la cuestión de este modo estamos enfocándonos en la responsabilidad del individuo. No se trata de que el universo aleatoriamente decidió no darte ciertos talentos al nacer. No. Se trata de que tú, en tu libre albedrío, estás decidiendo hacia qué áreas deseas dedicar tu tiempo y energía. Y, ¿sabes qué? ¡Esto está muy bien! Nadie debería juzgarte por ello, principalmente tú mismo. En mi caso, sólo por poner un ejemplo, creo que yo nunca sería capaz de elaborar intrincadas fórmulas de física cuántica, pero entiendo que no es porque yo realmente no sea capaz o que sea tonta, es porque hace mucho tiempo que decidí que yo no me preocuparía de seguir esa ruta. Me dedico a fortalecer las áreas de mi interés, como las Artes por ejemplo y puedo admirar desde lejos a quiénes sí se dedican a la física cuántica. Yo no odio la física, es sólo que me llevo mal con los números y admiro a quienes esa actividad se les hace relajante, en lo personal yo me estreso. Pero sé que si hubiese adoptado otra actitud frente a los números y hubiese asumido como desafío personal el ejercitarlos y comprenderlos, probablemente la historia sería otra.
Puedo poner como ejemplo mí área que es la que más conozco. Cuando alguien me dice: «¡Yo no tengo paciencia para eso!» Lo que en realidad está diciendo es «Yo no tengo paciencia para ejercitar esos trazos o estudiar esos colores…» Porque la verdad es que cualquier área requiere de su disciplina. Es así que nos topamos con que generalmente los más habilidosos son también los más autocríticos. No es falsa modestia, es que justamente han llegado hasta donde están por exigirse al extremo. El bailarín profesional es el que sabe que debió haber rotado más la cadera en ese último paso, el músico profesional es capaz de distinguir cuando esa nota está a un nano-segundo de desfase y el pintor más experto entiende que ese verde pasto tiene demasiado azul ultramar para su composición.

Todo este saber, esta técnica, esta perfección deviene de la experiencia, de la práctica continua. Ningún maratonista se levantó un día y dijo: «¿Saben qué? Correré una maratón hoy.» Probablemente comenzó entrenando con un trote suave, un par de cuadras, su primer kilómetro y así sucesivamente. Pero incluso aún antes que eso tuvo que aprender a ponerse de pie, cuando era bebé, aprender a caminar y recién ahí aprender a correr. Y es que nadie nace sabiendo. Todos tenemos ese increíble potencial del poder aprender. Obviamente estaremos marcados por la cantidad de estímulos que recibamos en nuestra infancia, desde nuestras conexiones neuronales hasta los intereses de la gente que nos rodea. Si tenemos un profesor de inglés que nos hace la vida imposible, difícilmente llegaremos a la conclusión de que somos buenos para los idiomas. Dicen por ahí que uno necesita aproximadamente 10.000 horas para volverse experto en cualquier cosa. Eso es mucho tiempo, depende de tí si quieres gastarlo en esa actividad o no. Pero yo creo que el momento más decisivo es ese minuto 1 en el que decides ir a por eso.
Así que lo primero que debiésemos identificar es qué queremos aprender, porque si es algo que no nos interesa, como ya vimos, difícilmente lograremos algún avance. La desmotivación finalmente nos alejará de ese objetivo.
Por otro lado, una vez que ya tenemos claridad sobre qué es lo que queremos aprender, ya sea un nuevo idioma, un nuevo instrumento, una danza, reparar autos, usar excel, lo que sea… Es identificar el por qué o para qué lo queremos aprender. ¿Es una pasión inexplicable que siempre has sentido? Genial, no hay más discusión. Si se trata de querer aprender para impresionar a otros o para ganar dinero, entonces puede ser más difícil porque en esos casos la motivación no viene necesariamente de nosotros, sino que depende de los demás. En el primer caso debiésemos asumir que no podemos controlar cómo los demás nos perciben y que muy difícilmente lograremos impresionarles si de partida no estamos felices nosotros mismos con quienes somos y lo que hacemos. Es imposible dejar a todos contentos y cabe preguntarse si acaso vale la pena gastar tiempo y energía (nuestros recursos más valiosos) en algo que tal vez no nos interese tanto. No necesitamos esa presión extra en nuestras vidas y mejor dedicarnos a algo que sí nos guste y que eventualmente hará que aquellos que compartan nuestros intereses y que realmente se preocupen por tí te admiren por seguir tus sueños.
En el caso del ganar dinero, también es complejo porque ese aparente «éxito» es sumamente relativo. Hay gente que gana mucho dinero sin ser realmente un experto en su área mientras que hay gente increíblemente Top que no ha podido lucrar con ello. A veces se trata más bien del saberse vender, rodearse de un círculo experto (por ejemplo un manager capacitado o saber entrar en los mercados correspondientes), o de identificar al público objetivo al que intentes llegar. Pero creo que la conclusión es más o menos la misma: si algo te apasiona, muy posiblemente habrá quien aprecie y valore tu trabajo. Si sólo haces las cosas por el dinero, no necesariamente el éxito está asegurado y quizás no logres un real aprendizaje, sólo frustración o un producto vacío.
El otro problema que veo en la gente que realmente se apasiona por algo hasta el punto de querer aprender y avanzar es la frustración por la competencia. «¿Para qué intentarlo si ya hay gente que es mucho mejor que yo? ¡Nunca lograré tal nivel!» Frente a esto mi respuesta es similar a lo ya viste antes: ¿para qué estás haciendo esto? ¿Es para ser el mejor? ¿Ese es tu objetivo? ¿O solamente por disfrutar? Es como si al ser una señora de 50 años con sobre peso se rieran de ti por querer aprender a bailar ballet y te dijeran que nunca podrías dedicarte a ello porque las carreras de las bailarinas comienzan como a los 5 años y a los 25 ya se retiran. Que jamás te darían un papel en ningún ballet. Pero, ¿por qué eso debiese ser un obstáculo? ¿Es tu sueño tener una carrera de bailarina a esa edad? Quizás sólo quieres bailar por el placer de la danza. Y yo creo que esa debiese ser la principal motivación para intentar cualquier cosa, sin importar donde sea que te encuentres en tu vida.
Estamos tan acostumbrados a un mundo exitista que te impone que todo lo que hagas debe ser por un propósito, una utilidad. Si haces algo debe ser para ser el mejor. Si eres bueno en algo, podrías venderlo y ganarte la vida así. Pero, ¿sabes qué? Eso no es obligatorio. Es maravilloso poder dedicarte a lo que amas y ganarte la vida así, pero también es maravilloso hacer algo por el puro placer de hacerlo, sin que tenga un propósito en tu vida. No mercantilicemos nuestros hobby, nuestros espacios sagrados, nuestro tiempo, energía, nuestras pasiones, nuestro aprendizaje.

Uno de los principales problemas que he diagnosticado trabajando como profesora es que al parecer a los jóvenes les molesta la idea de aprender, porque lo tienen demasiado asociado al colegio, a la universidad, al trabajo. Un deber, más que un disfrute. Ha sido ya de mayor que he podido tomarle el gusto al aprender por aprender, porque es entretenido y porque puedo profundizar en aquello que me llama la atención.
Más todavía que hoy en día tenemos tantas facilidades… Es que, ¡en verdad! Es una época en que básicamente no le puedo creer a alguien que me diga que quiso aprender, pero no pudo. Tenemos internet, aplicaciones, tenemos videos tutoriales, cursos online, PDF’s, libros, talleres, etc. He conocido gente que comparte sus conocimientos de forma gratuita o que apenas pide un humilde trueque. En realidad, y esto lo digo con total convicción, creo que cualquiera puede aprender lo que desee, si se lo propone. Si es «busquilla.» Eventualmente llegará a lo que está buscando. Lo que sí: una recomendación. Una lección que a mí me costó: aprender a pedir ayuda. Siempre habrá gente amorosa con más experiencia que sabrá guiarnos. Hoy en día no cuesta nada. Pide y se te concederá.

Un último consejo sería reiterar el tema de la frustración: No nos abalancemos esperando resultados de la noche a la mañana. Una vez que tengas claro cuál es tu idea de «éxito» (un concepto muy personal), te darás cuenta que la medida de tus éxitos será la de tu constancia. Equivocarse es parte del proceso. Mientras más te equivoques más aprenderás y las vueltas largas, son las mejores, porque recorriste más millas y admiraste más paisajes antes de llegar a tu destino. No te rindas y sigue intentando. Cada vez que desbloquees un logro te darás cuenta que toparás con nuevos desafíos hasta que te des cuenta que el proceso de aprendizaje jamás se termina. Y eso es lo rico. Por eso es importante empezar y disfrutar. Siempre habrá gente mejor que nosotros, no tiene sentido compararnos, porque ellos están armando su propio camino, tu deberás armar el tuyo. Y sólo tú tienes ese punto de vista único e invaluable. Tu aporte sí importa. También hay quienes sabrán menos y puede que desde afuera tengan una visión muy distinta de la que tú tienes de tí mismo. Será difícil, pero intenta ser mesurado, ni creerte el hoyo del queque cuando no has descubierto el hilo negro, pero tampoco subvalorarte. Cuando entiendes que eres parte de un proceso que nunca se termina, la presión sobre tus hombros se relaja un poco. No buscas la perfección, buscas el mejoramiento constante, la mejor versión de tí, allá, hasta dónde puedas llegar.
Bueno, para variar me quedó un post ultra largo. Nada más espero que les sirva de motivación para seguir sus sueños y sobre todo que nunca más se sientan empequeñecidos ante el talento de otros. No apaguen sus lucecitas, miren que el universo se compone de todo tipo de estrellas: grandes, pequeñas, fugaces y milenarias… ❤

Un comentario en “Aprender a aprender”