En búsqueda de la Felicidad

«Pensamos que debemos cambiar los resultados pero los resultados no son el problema. Lo que realmente necesitamos cambiar son los sistemas que nos llevan a tener esos resultados.»

«Hábitos Atómicos» – James Clear

Hace un tiempo atrás una muy querida amiga mía llegó contándome sobre el último libro que había leído -«La Magia del Orden» de Marie Kondo- y cómo había cambiado su vida. Me llevó a su pieza y me mostró su closet casi vacío mientras me contaba las cantidades de bolsas de basura que había sacado repletas de cosas que ya no usaba. A mí, que vivo en una casa de acumuladoras, me costaba entender lo que trataba de explicarme mientras me mostraba nuevas formas de doblar la ropa y me hablaba de cómo «despedirse y agradecerle» a la ropa que ya no iba a usar por sus «servicios prestados.»

Reconozco que dentro de mí habita esa dicotomía. Por un lado me molesta ya tener tanta cosa. El no tener espacio (siendo que tengo muchísimo más espacio que una persona común) o que me cueste hacer aseo me estresan y realmente me angustian. Por otro lado me gustan mis cosas. Realmente me he esforzado en obtenerlas y hago uso de ellas. Soy una persona muy inquieta y creativa que se dedica a distintas actividades y por lo tanto todo se vuelve un posible material de trabajo. En todos lados veo una oportunidad. Pero también es cierto que hay cosas que sencillamente no voy a usar o que no son para mí, que no van conmigo o que pertenecen a una etapa que yo ya cerré. Es así que cabe preguntarse: ¿Qué es lo esencial para mí?

Hace un año atrás me encontré leyendo yo misma el libro de Marie Kondo (un besito para tí, Nessa, gracias por la recomendación) y entendí muchas cosas. Entendí por qué su sistema es tan especial y ha llegado a tanta gente. De partida porque su sistema no se enfoca en leyes del tipo «conserva sólo 10 objetos» o «compra nuevas cosas para guardar más cosas.» Por el contrario, es un libro que se enfoca en la psicología y en la emoción que nosotros, seres humanos, proyectamos hacia nuestro entorno y los objetos que nos rodean.

No puedo decir que haya logrado deshacerme de todas mis cosas (¡Uf! ¡Vaya que me queda trabajo para llegar a eso!), pero sí me hizo descender por un «agujero de conejo» hacia toda una corriente que (no sé si sea por los algoritmos de YouTube) pero siento que se está haciendo cada vez más y más potente entre las generaciones jóvenes. Es una mezcla de Esencialismo, Productividad, Vida Saludable y Sustentabilidad.

Personalmente siento que sumergirme en este ambiente ha traído consecuencias muy positivas dentro de mi día a día y es por eso que se me ocurrió escribir estas líneas, no porque yo sea una especie de gurú consolidada (para nada), sino que de mi experiencia puedo decir que introduciendo incluso las más mínimas modificaciones a nuestra rutina diaria podemos acercarnos hacia un estado de bienestar.

Se me ocurre que lo primero que debemos hacer es definir nuestro concepto de Felicidad. ¿Qué es para tí la felicidad? Porque asumo que cada uno de nosotros tendrá una idea muy distinta de qué es la felicidad. ¿Es una meta? ¿Es un estado transitorio? ¿Es la suma de momentos felices? ¿Es algo tangible? Me he topado con distintas apreciaciones sobre la felicidad. Yuval Noah Harari hace unas reflexiones muy interesantes sobre la felicidad en su libro «Sapiens: de animales a dioses» en dónde se cuestiona si una persona del presente podría ser en efecto «más feliz» que una del pasado. Incluye aspectos sobre salud física y mental, sentido de pertenencia, propósito en la vida, construcciones sociales, valoración del individuo, formas de relacionarse con la comunidad, necesidades básicas cubiertas, situaciones traumáticas, etc. También Meik Wiking autor de «The Little Book of Hygge» habla justamente de los resultados de sus investigaciones en el Instituto para la Búsqueda de la Felicidad de Copenhagen, lo cuál nos puede dar una visión más cotidiana de lo que puede ser la Felicidad. Pero es importante, creo yo, tener esta definición (aunque borrosa) de lo que es la felicidad porque en el fondo todos nosotros nos veremos movidos, en una u otra dirección, por esta idea. ¿Qué es lo mejor, para otros (que me importen) y para mí? ¿Qué es lo correcto? ¿Qué es lo que nos hará felices en última instancia?

En segundo lugar, una vez que tengamos clara nuestra idea de felicidad, es que seamos capaces de distinguir lo esencial de lo que no lo es. Como me sucedía a mí con la ropa y las cosas. Lo mismo que hace Marie Kondo. Algunos lo llaman Minimalismo, como en el caso del documental «Los Minimalistas» de Joshua Fields Millburn y Ryan Nicodemus, dirigido por Matt D’ Avella que además tiene este Podcast «The Ground Up Show.» Pero a mí me gusta más el término «Esencialismo.» ¿Qué es realmente importante para ti? ¿Lo esencial? Lo que he aprendido hasta ahora es que en realidad tenemos una serie de recursos limitados (y no hablo de dinero), hablo de: tiempo, energía y atención. La idea, es enfocar estos tres elementos: Tiempo, Energía y Atención, en aquello que realmente es importante para ti. No puedes crear más tiempo. Lo que puedes hacer es rechazar más actividades, que consuman tu tiempo y te alejen de aquello en lo que realmente quieres enfocarte. Cómo Ryder Carroll nos explica en «El Método Bullet Journal» a partir de lo que entendemos por felicidad vamos a poder definir metas. Y sólo cuando tengamos metas claras podemos definir planes. Pero no olvidemos que lo que es esencial para unos será muy distinto para otros. Por eso digo que debe ser un proceso individual y reflexivo.

Una vez que tengas claras tus metas será más fácil ideal una planificación que te permita acercarte a ellas. Para mi «el Método Bullet Journal» fue clave para definir un sistema que me permitiera ordenar mis ideas, dividir mis tareas, poder producir un seguimiento y una evaluación de mis procesos, etc. Sin embargo, reconozco que así como ese existen muchos otros. Lo importante es investigar, probar y ver qué es lo que más te funciona. Pero es importante tener un Sistema. Por ejemplo el método Kaizen (el «Buen Cambio») lo que plantea es que la perfección no existe, lo que existe es la mejora continua. Y que en vez de tratar de abarcar demasiado, podemos enfocarnos en ser cada día un 1% mejor. Dirigir nuestra atención hacia cada pequeño detalle que sí podemos mejorar y que a la larga significarán una tremenda mejora. Este sistema también invita a la auto-evaluación, de modo que los aspectos que significaron mejoras sean repetidos y perpetuados, mientras que aquellos que no funcionaron sean modificados. Tal y como funciona nuestro cerebro que está constantemente absorbiendo información y en base a nuestra experiencia replicará las conductas que nos hagan sentir recompensados y en cambio, reprimirá aquellas que nos traigan «castigos.»

Reconocer nuestros Hábitos. En ese sentido hago hincapié en lo que dice James Clear en su libro «Hábitos Atómicos» sobre la importancia de aquellas acciones cotidianas que en sí no tienen una carga positiva o negativa, pero terminaremos por considerarlos «buenos» o «malos» hábitos en la medida en que nos acerquen o nos alejen de nuestras metas. Por eso lo primero es tomar consciencia sobre cuáles son aquellas acciones que realizamos todos los días y finalmente etiquetarlas como buenos hábitos o malos hábitos de modo que sepamos dónde tenemos que trabajar. ¿Cómo podemos hacerlo para repetir los hábitos beneficiosos para nuestras metas y en cambio modificar nuestras conductas dañinas? La buena noticia es que un hábito cuando ya ha sido totalmente incorporado a nuestra rutina es algo que hacemos de forma inconsciente, por lo que el esfuerzo que se requiere para llevar una vida con hábitos beneficiosos en realidad es algo que sucede sólo al comienzo. Lo difícil es programarnos, cambiar el chip, pero una vez que ya se ha echado a andar la máquina y se ha acostumbrado, la bolita sigue corriendo por sí sola. Parte por uno a la vez y luego puedes ir incorporando nuevas modificaciones, de este modo será menos difícil «renunciar.» Clear realiza un análisis sobre el por qué hacemos lo que hacemos, basado en distintas áreas de las ciencias como en distintas experiencias y a partir de ello propone un sistema para identificar hábitos y modificarlos según conveniencia. En ese sentido es un libro muy interesante y lo recomiendo, además de estar escrito en un lenguaje bastante accesible.

Siento que en el fondo ninguno de estos autores vienen a revelarnos algo que nosotros no supiéramos ya en el interior, pero a veces hace falta que se nos hable así de directo y con un hilo conductor tan ordenado. No son libros de autoayuda. Algunos de estos conceptos incluso son aplicados por ingenieros comerciales en procesos industriales. Pero creo que cuando se trata de aplicar cambios en nuestra vida para hacernos sentir que podemos retomar el control y re-dirigirla hacia eso que nos hace felices… ¿qué tenemos para perder? A veces pensamos que para cambiar nuestras vidas necesitamos algo grande: una mudanza, cambiar de empleo, cambiar de pareja, etc. Y es cierto que esos son cambios significativos y que a veces son necesarios, pero la mayoría de las veces tenemos las herramientas para introducir pequeñas modificaciones en nuestro día a día. A continuación propongo una serie de ideas, que en base a mí experiencia personal me han servido:

Preocuparte de cuidar tu cuerpo: Somos máquinas. Si la máquina no está bien difícilmente lo estará lo demás. Desde cosas pequeñas como tomar más agua (he usado aplicaciones para ello) o la cantidad de horas de sueño (uso reguladores que me silencian los aparatos electrónicos y una alarma me indica cuando debo prepararme para dormir) o introducir una rutina de cuidado (skincare, tratamiento capilar, manicure, etc. todo lo que te haga sentir bien y regaloneado(a) . Si quieres comer mejor o hacer más actividad física también es bueno que investigues y te asesores por profesionales capacitados. Lo importante aquí es estar sano y sentirse bien. Es increíble lo que tener tus vitaminas y minerales balanceados le hace a tu productividad.

Consciencia de tu sanidad mental: ¿Cuántas veces te preocupas de escucharte a ti mismo? ¿Te has dado algún tiempo para pensar? ¿Para sentir? ¿Para descansar? Es importante tener tiempo para ti, para reflexionar, para evaluar. Desde llevar un diario, practicar meditación o tener una persona de confianza con la cual poder conversar. Hacer que lo terrible no lo sea tanto, encontrar soluciones a los problemas (que todos los tenemos) o sencillamente valorar lo bueno. Si vez que pasas por una situación en particular y que te sientes sobrepasado(a) tal vez no sería mala idea pedir ayuda a algún especialista. No hay nada malo con eso. Incluso si tenemos que probar varias veces hasta dar con la solución adecuada. Además, para llegar a la conclusión de que tenemos que alejarnos de aquello que nos hace daño también necesitamos pasar primero por una etapa de reflexión que nos permita tomar esas decisiones. Reconoce y respeta también tu propia espiritualidad, ya sea que creas en algo o no. Identifica cuáles son tus valores. Cuáles son las líneas por las cuales quieres llevar tu existencia. Desarrolla tu inteligencia emocional.

-Educación: No sé por qué nos han hecho asociar la educación con «el colegio» o «la universidad» o «el instituto» o «el curso.» La verdad es que el ser humano está constantemente aprendiendo desde que nace y no se detendrá hasta que dejemos de funcionar. Por lo tanto toda instancia que implique un aprendizaje es valioso y nos enriquece. Nunca desperdiciemos una oportunidad para aprender, para educarnos y para crecer. Ya sea escuchar una charla, tomar un curso, leer un libro, conversar con alguien con ideas diferentes a las tuyas, etc. Disfrutemos de los procesos de aprendizaje. Aceptemos que somos seres que continuamente estamos evolucionando, es decir: cambiamos, nos adaptamos a los cambios. Es totalmente viable que nuestras opiniones vayan cambiando a lo largo de nuestra vida, porque no siempre seremos los mismos. Aprende nuevas habilidades, desarrolla competencias y te volverás siempre la mejor versión de ti mismo. Eres un ser que está en constante desarrollo y el proceso puede ser también entretenido. Puedes leer más sobre esto en mi post anterior «Aprender a aprender.»

Ritmos: Así como reconoces tus metas, también sé consciente de tus ritmos. No eres una máquina. Hoy en día se habla mucho de productividad, porque tendemos a hacer mucho. Queremos hacer demasiado. Pero tampoco es malo hacer menos. Si vas a tener una tarde de descanso no te sientas mal. Disfruta tu descanso. Una colega muy querida, de música, me explicó una vez que las personas tienen distintos ritmos, incluso a nivel de pulsaciones. Cualquier enfermera les podrá corroborar esto. Hay personas que por naturaleza son más aceleradas y hay quienes prefieren un ritmo más lento. Está bien. Ambas están bien, pues conllevan distintos beneficios y distintos desafíos. Lo importante es que no te juzgues y no intentes imponerte metas que finalmente no vayan contigo. Una cosa es lo que la sociedad espera de ti, pero también los hay quienes llevan su propio camino (nunca estarás solo si eso es lo que te preocupa). No podemos crear tiempo, sólo administrarlo. Y así como a veces buscamos tener el control también habrá ocasiones en que tenemos que saber dejarlo ir. Parte de la vida, también es saber soltar.

Consciencia del entorno: Entender que compartimos el mundo con otros seres es clave. Por más hermitaños que podamos sentirnos, tenemos que entender que estamos rodeados de otros seres y eso significa encontrar vías en las que podamos relacionarnos con ellos. Ya sea comunicación (diálogo, respeto, tolerancia, empatía, política, inteligencia emocional, etc.) a otro tipo de decisiones (religiosas, medioambientales, etc). Tenemos que encontrar un sistema que nos permita co-existir de forma armoniosa. Desde lo familiar, lo laboral, las amistades… hasta a nivel político e internacional. Somos seres gregarios y lo más probable es que no coincidamos en muchas ocasiones. Aún así tenemos que encontrar sistemas que nos permitan coexistir. Y recuerda: tú puedes hacerte cargo de cómo te expresas y cómo decides reaccionar frente a lo que te suceda. Y hasta ahí llegan tus atribuciones, porque todo lo demás, ya no depende de tí. Ni siquiera lo que sientas.

Hasta ahí lo que se me ocurre hasta el momento. Espero que sea de ayuda para algunos de ustedes, al menos para mí sí lo ha sido y es por eso que he querido compartirles mi experiencia. Esto no significa que ya tenga toda mi vida solucionada (¡Ja! ¡Ni de broma!), pero siento que son las cosas que sí deberían enseñarse, conversarse. Si logramos ser personas más felices, quizás el mundo fuera un lugar mejor. Pero tal vez la felicidad no es algo que se busca, quizás es algo que se crea, que se construye, cada día un poquito.

¡Qué tengan un gran día! ❤

Aprender a aprender

Dejad que el chanchicornio se los explique.

Ok, ya sé que he hablado de esto antes, pero es que sigue persiguiéndome y es francamente enervante. Por favor, detengámonos un segundo para hablar de esto del Aprender a aprender.

Cuando era pequeña recuerdo que mi mamá me compró un libro que se llamaba «Aprender a aprender» y me carrrrgaba porque era de esos típicos libros que te enseñan a cómo estudiar, tema que estaba más que repetido en clases. La típica «encuentra un lugar con buena luz y pocas distracciones, un escritorio en donde puedas sentarte derecho cuidando tu espalda…» y en el fondo era una serie de instrucciones sobre cómo hacer las tareas. Lo odiaba. Sobre todo porque yo era de las que hacía las tareas sentada en el suelo de mi pieza o estudiaba tirada en la cama. ¡Y si era con música de fondo mucho mejor! Ahora de grande no niego que ese sistema pudiese ser bueno en muchos sentidos, pero deja de lado que cada niño es único y por lo tanto las formas de aprender también. Niños más inquietos podrían verse favorecidos al no contar con tantas distracciones, pero también he visto niños con hiperactividad que les resulta más cómodo estudiar sobre una pelota saltarina que torturándolos obligados a permanecer sentados en un escritorio. Es relativo.

A lo que voy eso sí es un tema diferente: como les contaba, Aprender a aprender, para mí, estaba asociado a eso. Hoy en día me doy cuenta de que aprender a aprender es en realidad OOOOOOtra cosa, quizás la única y más grande lección que podemos sacarle a la vida.

Como este último año he tenido más tiempo para desarrollar mis proyectos, obviamente los he compartido en redes sociales porque me siento orgullosa de ellos y quiero compartir mis alegrías, pero he notado un aumento de los comentarios del tipo «¡Qué seca eres!» «¡Yo jamás podría hacer algo así!» Y esa clase de cosas. Si bien me siento muy halaga por las muestras de cariño que no dudo de que sean reales, una parte de mí no puede evitar generar un pequeño tic en el ojo cada vez que me topo con ese tipo de comentarios. Este es un tema del que ya he hablado previamente, tanto en «Sobre el hacer» como en «3 Cosas que de seguro has escuchado si estudiaste Arte.»

No sé si se deba a la distancia que se genera cuando la gente no participa de una profesión, pero pareciera ser una creencia establecida que el talento es algo con lo que uno nace, no algo que uno desarrolla a lo largo del tiempo, con perseverancia y esfuerzo. Y déjenme decirles inmediatamente que NO. El talento se hace. Incluso si naces con una cierta tendencia que te facilita ciertas áreas, es necesario desarrollar esas áreas. Eso se hace con práctica. Entonces, creo que se trata de un problema de la estructura de la oración, pues la frase no debiese ser: «Yo nunca podría hacer algo así.» Sino más bien: «Yo nunca podría dedicarme a intentar a hacer algo parecido.»

¿Por qué? ¿Por qué es tan importante este pequeño cambio casi que gramatical? Porque al plantear la cuestión de este modo estamos enfocándonos en la responsabilidad del individuo. No se trata de que el universo aleatoriamente decidió no darte ciertos talentos al nacer. No. Se trata de que tú, en tu libre albedrío, estás decidiendo hacia qué áreas deseas dedicar tu tiempo y energía. Y, ¿sabes qué? ¡Esto está muy bien! Nadie debería juzgarte por ello, principalmente tú mismo. En mi caso, sólo por poner un ejemplo, creo que yo nunca sería capaz de elaborar intrincadas fórmulas de física cuántica, pero entiendo que no es porque yo realmente no sea capaz o que sea tonta, es porque hace mucho tiempo que decidí que yo no me preocuparía de seguir esa ruta. Me dedico a fortalecer las áreas de mi interés, como las Artes por ejemplo y puedo admirar desde lejos a quiénes sí se dedican a la física cuántica. Yo no odio la física, es sólo que me llevo mal con los números y admiro a quienes esa actividad se les hace relajante, en lo personal yo me estreso. Pero sé que si hubiese adoptado otra actitud frente a los números y hubiese asumido como desafío personal el ejercitarlos y comprenderlos, probablemente la historia sería otra.

Puedo poner como ejemplo mí área que es la que más conozco. Cuando alguien me dice: «¡Yo no tengo paciencia para eso!» Lo que en realidad está diciendo es «Yo no tengo paciencia para ejercitar esos trazos o estudiar esos colores…» Porque la verdad es que cualquier área requiere de su disciplina. Es así que nos topamos con que generalmente los más habilidosos son también los más autocríticos. No es falsa modestia, es que justamente han llegado hasta donde están por exigirse al extremo. El bailarín profesional es el que sabe que debió haber rotado más la cadera en ese último paso, el músico profesional es capaz de distinguir cuando esa nota está a un nano-segundo de desfase y el pintor más experto entiende que ese verde pasto tiene demasiado azul ultramar para su composición.

Detrás de cada paso bien hecho probablemente hayan mil fallidos.

Todo este saber, esta técnica, esta perfección deviene de la experiencia, de la práctica continua. Ningún maratonista se levantó un día y dijo: «¿Saben qué? Correré una maratón hoy.» Probablemente comenzó entrenando con un trote suave, un par de cuadras, su primer kilómetro y así sucesivamente. Pero incluso aún antes que eso tuvo que aprender a ponerse de pie, cuando era bebé, aprender a caminar y recién ahí aprender a correr. Y es que nadie nace sabiendo. Todos tenemos ese increíble potencial del poder aprender. Obviamente estaremos marcados por la cantidad de estímulos que recibamos en nuestra infancia, desde nuestras conexiones neuronales hasta los intereses de la gente que nos rodea. Si tenemos un profesor de inglés que nos hace la vida imposible, difícilmente llegaremos a la conclusión de que somos buenos para los idiomas. Dicen por ahí que uno necesita aproximadamente 10.000 horas para volverse experto en cualquier cosa. Eso es mucho tiempo, depende de tí si quieres gastarlo en esa actividad o no. Pero yo creo que el momento más decisivo es ese minuto 1 en el que decides ir a por eso.

Así que lo primero que debiésemos identificar es qué queremos aprender, porque si es algo que no nos interesa, como ya vimos, difícilmente lograremos algún avance. La desmotivación finalmente nos alejará de ese objetivo.

Por otro lado, una vez que ya tenemos claridad sobre qué es lo que queremos aprender, ya sea un nuevo idioma, un nuevo instrumento, una danza, reparar autos, usar excel, lo que sea… Es identificar el por qué o para qué lo queremos aprender. ¿Es una pasión inexplicable que siempre has sentido? Genial, no hay más discusión. Si se trata de querer aprender para impresionar a otros o para ganar dinero, entonces puede ser más difícil porque en esos casos la motivación no viene necesariamente de nosotros, sino que depende de los demás. En el primer caso debiésemos asumir que no podemos controlar cómo los demás nos perciben y que muy difícilmente lograremos impresionarles si de partida no estamos felices nosotros mismos con quienes somos y lo que hacemos. Es imposible dejar a todos contentos y cabe preguntarse si acaso vale la pena gastar tiempo y energía (nuestros recursos más valiosos) en algo que tal vez no nos interese tanto. No necesitamos esa presión extra en nuestras vidas y mejor dedicarnos a algo que sí nos guste y que eventualmente hará que aquellos que compartan nuestros intereses y que realmente se preocupen por tí te admiren por seguir tus sueños.

En el caso del ganar dinero, también es complejo porque ese aparente «éxito» es sumamente relativo. Hay gente que gana mucho dinero sin ser realmente un experto en su área mientras que hay gente increíblemente Top que no ha podido lucrar con ello. A veces se trata más bien del saberse vender, rodearse de un círculo experto (por ejemplo un manager capacitado o saber entrar en los mercados correspondientes), o de identificar al público objetivo al que intentes llegar. Pero creo que la conclusión es más o menos la misma: si algo te apasiona, muy posiblemente habrá quien aprecie y valore tu trabajo. Si sólo haces las cosas por el dinero, no necesariamente el éxito está asegurado y quizás no logres un real aprendizaje, sólo frustración o un producto vacío.

El otro problema que veo en la gente que realmente se apasiona por algo hasta el punto de querer aprender y avanzar es la frustración por la competencia. «¿Para qué intentarlo si ya hay gente que es mucho mejor que yo? ¡Nunca lograré tal nivel!» Frente a esto mi respuesta es similar a lo ya viste antes: ¿para qué estás haciendo esto? ¿Es para ser el mejor? ¿Ese es tu objetivo? ¿O solamente por disfrutar? Es como si al ser una señora de 50 años con sobre peso se rieran de ti por querer aprender a bailar ballet y te dijeran que nunca podrías dedicarte a ello porque las carreras de las bailarinas comienzan como a los 5 años y a los 25 ya se retiran. Que jamás te darían un papel en ningún ballet. Pero, ¿por qué eso debiese ser un obstáculo? ¿Es tu sueño tener una carrera de bailarina a esa edad? Quizás sólo quieres bailar por el placer de la danza. Y yo creo que esa debiese ser la principal motivación para intentar cualquier cosa, sin importar donde sea que te encuentres en tu vida.

Estamos tan acostumbrados a un mundo exitista que te impone que todo lo que hagas debe ser por un propósito, una utilidad. Si haces algo debe ser para ser el mejor. Si eres bueno en algo, podrías venderlo y ganarte la vida así. Pero, ¿sabes qué? Eso no es obligatorio. Es maravilloso poder dedicarte a lo que amas y ganarte la vida así, pero también es maravilloso hacer algo por el puro placer de hacerlo, sin que tenga un propósito en tu vida. No mercantilicemos nuestros hobby, nuestros espacios sagrados, nuestro tiempo, energía, nuestras pasiones, nuestro aprendizaje.

Identifica tus objetivos, de lo contrario estarás gastando tus flechas disparando a ciegas.

Uno de los principales problemas que he diagnosticado trabajando como profesora es que al parecer a los jóvenes les molesta la idea de aprender, porque lo tienen demasiado asociado al colegio, a la universidad, al trabajo. Un deber, más que un disfrute. Ha sido ya de mayor que he podido tomarle el gusto al aprender por aprender, porque es entretenido y porque puedo profundizar en aquello que me llama la atención.

Más todavía que hoy en día tenemos tantas facilidades… Es que, ¡en verdad! Es una época en que básicamente no le puedo creer a alguien que me diga que quiso aprender, pero no pudo. Tenemos internet, aplicaciones, tenemos videos tutoriales, cursos online, PDF’s, libros, talleres, etc. He conocido gente que comparte sus conocimientos de forma gratuita o que apenas pide un humilde trueque. En realidad, y esto lo digo con total convicción, creo que cualquiera puede aprender lo que desee, si se lo propone. Si es «busquilla.» Eventualmente llegará a lo que está buscando. Lo que sí: una recomendación. Una lección que a mí me costó: aprender a pedir ayuda. Siempre habrá gente amorosa con más experiencia que sabrá guiarnos. Hoy en día no cuesta nada. Pide y se te concederá.

Nadie sabe escribir cuando es bebé, es algo que se aprende. La diferencia entre escribir y tener bella caligrafía son las horas de práctica dedicadas al perfeccionamiento. Para eso hay que llenar hojas de errores.

Un último consejo sería reiterar el tema de la frustración: No nos abalancemos esperando resultados de la noche a la mañana. Una vez que tengas claro cuál es tu idea de «éxito» (un concepto muy personal), te darás cuenta que la medida de tus éxitos será la de tu constancia. Equivocarse es parte del proceso. Mientras más te equivoques más aprenderás y las vueltas largas, son las mejores, porque recorriste más millas y admiraste más paisajes antes de llegar a tu destino. No te rindas y sigue intentando. Cada vez que desbloquees un logro te darás cuenta que toparás con nuevos desafíos hasta que te des cuenta que el proceso de aprendizaje jamás se termina. Y eso es lo rico. Por eso es importante empezar y disfrutar. Siempre habrá gente mejor que nosotros, no tiene sentido compararnos, porque ellos están armando su propio camino, tu deberás armar el tuyo. Y sólo tú tienes ese punto de vista único e invaluable. Tu aporte sí importa. También hay quienes sabrán menos y puede que desde afuera tengan una visión muy distinta de la que tú tienes de tí mismo. Será difícil, pero intenta ser mesurado, ni creerte el hoyo del queque cuando no has descubierto el hilo negro, pero tampoco subvalorarte. Cuando entiendes que eres parte de un proceso que nunca se termina, la presión sobre tus hombros se relaja un poco. No buscas la perfección, buscas el mejoramiento constante, la mejor versión de tí, allá, hasta dónde puedas llegar.

Bueno, para variar me quedó un post ultra largo. Nada más espero que les sirva de motivación para seguir sus sueños y sobre todo que nunca más se sientan empequeñecidos ante el talento de otros. No apaguen sus lucecitas, miren que el universo se compone de todo tipo de estrellas: grandes, pequeñas, fugaces y milenarias… ❤

La Navidad en tiempos del Coronavirus

I’m dreaming of a white Christmas

Just like the ones I used to know…

¿Sabían que esta canción escrita por Irving Berlin y hecha famosa por Bing Crosby, se dice que fue escrita cerca de 1940? Así es, en plena Segunda Guerra Mundial… Tiene mucho sentido y entiendes por qué se volvió tan popular. A diferencia de canciones religiosas como «Oh Come, All Ye Faithfull» o más victorianas como «Jingle Bells» puedes imaginarte a un pobre soldado tratando de buscar cobijo en medio de una trinchera, bajo el frío invierno europeo… soñando con la Navidad… como «aquellas que solía conocer…»

Lo sé, empecé mi texto de forma súper motivadora, jajaja…

Con todo el amor que profeso por Halloween, ya me costó bastante aceptar que debo dejarlo ir, pero más me costó aceptar que inmediatamente todos empezaran a hablar de Navidad. Francamente encuentro obsceno que desde hace un par de años recientemente el Viejito Pascuero ya estuviera conviviendo con mis calabazas en el supermercado aún a mediados de octubre. ¡Pues ni modo! Si todo el mundo ya lo hacía, no podía quedarme yo afuera. Después sería demasiado tarde y realmente me interesa que haya al menos una o dos personas que alcanzaran a leer, lo que tengo para decir.

¿Por qué comencé hablando de «A White Christmas»? Porque mi punto es… que esta no es la peor Navidad que hayamos tenido en la historia de la humanidad. Las han habido mucho peores antes y hemos salido de ello. Y sin embargo, pareciera ser que los seres humanos seguimos necesitando de estas tragedias para recordar lo que es realmente importante.

Lo que voy a decirles no es para nada una novedad. Probablemente lo han oído multitud de veces. Y sé lo que están pensando: ¿No que tu eras pagana? Pues sí, aún así amo la Navidad como festividad (siempre es buena excusa para comer galletitas de especias y pan de pascua) y ya me he visto tantas comedias románticas navideñas que ya creo ser una experta en lo que se refiere al «Verdadero Sentido de la Navidad.» Y es de ello de lo que quiero hablarles.

No voy a negar que este ha sido un año difícil. Entonces, no lo hagamos más difícil.

Hoy, más que nunca, la gente debería entender (si es que no la gran mayoría debería de hacer lo mismo incluso) que decidimos hacer un cambio en nuestras conductas. Generalmente llegamos a fin de año completamente estrésalos, agobiados no sólo por lo que se refiere al cierre de un ciclo en lo académico y/o profesional, que siempre es complejo… Sino que además nos llenamos de obligaciones que… ¡no son tales! Es increíble pero es cierto. ¡Está todo en nuestra mente! Y por lo mismo somos capaces de cambiar eso.

De pequeña tengo varios recuerdos lindos celebrando la navidad en familia. Pero uno que otro por ahí escondido debe de ser de mi mamá muy estresada, al punto de terminar retándome o peliándonos por alguna tontera. ¿Qué era lo que la estresaba? Que la casa no estaba limpia para las visitas (la familia), que no había alcanzado a hacer todas las galletas (siendo que ya teníamos muchas), que todavía le faltaban comprar regalos (para gente con la que se sentía obligada), porque ya era estresante andar bajo el sol de diciembre de tienda en tienda, haciendo colas, buscando papel de regalo, etc.

¿Valía esto la pena? ¿Lo vale hoy? ¿En pleno 2020 con CoronaVirus incluido?

Según cómo yo lo veo hay varias cosas, sencillas y para nada complicadas, que podemos hacer para mejorar nuestra Navidad este fin de año. Son recomendaciones y se las doy con mucho cariño. Creo, realmente, que este 2020 es la oportunidad de reorganizar nuestras prioridades y la Navidad es el mejor ejemplo.

A continuación mi pequeña lista de recomendaciones:

1-Seleccione a quién le hará regalos. Y de verdad, hágalo a consciencia. Todos somos felices al saber qué hacemos feliz a alguien. Pero tampoco es nuestra responsabilidad hacer felices a todo el mundo. Además, seamos honestos… Un regalo genérico hecho por obligación a un total desconocido tampoco es que vaya a mejorarle mucho la vida a la otra persona. Dicen por ahí que la navidad es para los niños, generalmente sí. Pero también entiendo que hayan otras personas, valiosas para uno, a los que uno quiera demostrarles que se acordó de ellos o alguna persona que realmente necesita ayuda y la Navidad nos da la excusa perfecta para darle eso que tanto necesitaba. Seleccionemos. Tendemos a seleccionar cuando se trata de nuestro dinero, pero no seleccionamos cuando se trata de nuestro tiempo y dedicación, nuestra energía. Seamos cuidadosos con ella. Démosela a quienes sí la sepan apreciar.

2- Seleccione qué regalar. Todos buscamos el regalo perfecto para persona especial. Pero, ¿necesita realmente esa persona más cosas? A menos que necesite algo muy específico (y seamos realmente capaces de dárselo), quizás una «cosa» no sea la mejor opción. Hay otras cosas que podemos regalar. No sólo objetos. Podemos regalar tiempo, podemos regalar experiencias. Recuerden lo que toda película Disney siempre nos ha enseñado. Lo importante son los gestos. Por supuesto que si le regalan la última Play Station estará saltando en una pata, pero no subestimes el poder de una tarjeta hecha a mano, unas galletitas horneadas en casa, una manualidad sacada de Pinterest (aunque no seas un niño de 5 años). Lo que importa es decir: Me acordé de ti, me importas. No tengas miedo de que tus aptitudes artísticas no sean las mejores. O incluso, aunque estemos distanciados y no podamos hacer las cosas presenciales, hoy en día hay tanto que se puede hacer por videollamada, juegos, actividades, adivinanzas, mímica, karaoke. Hay cosas que son caras, pero hay algo que es invaluable: el tiempo. Si regalas tu tiempo, te aseguro que es lo más valioso que tienes para dar. Hay familias que incluso conversan esto y se ponen de acuerdo: hacen un amigo secreto o deciden que sólo se darán un regalo o se ponen un tope de precios. Insisto, ha sido un año duro y sobre todo en lo económico. La gente que te quiere debería de entender eso y no pedirte que te endeudes con créditos y tarjetas para demostrar cuánto te importan.

3- Compre con consciencia. Si de todos modos llegamos al punto en que es necesario comprar, hazlo con consciencia, de forma informada. Busca apoyar a pequeños emprendedores, a artesanos, a quienes hacen matuteo. Si vas a comprar en tiendas un poco más grandes, busca que sean al menos productos nacionales. No apoyes las tiendas en que sabes que existen malas prácticas profesionales o que abusan de sus empleados. Si es posible, apoyar también a aquellos que tienen políticas de cuidado y preservación del medio ambiente, auto-sustentables, sin empaques o sin plásticos de un sólo uso (hoy en día existen tantas alternativas, incluso envolver los regalos en diarios o revistas o hacer papeles entretenidos caseros), que disminuyen su huella de agua o de emisiones de carbono… Si son productos de belleza verifica que sean Cruelty Free. Hay tanto por aprender del slow fashion, por ejemplo, es cosa de investigar. Hay tiendas de ropa usada o incluso puedes revisar entre tus propias pertenencias en búsqueda de prendas u objetos que estén buenos pero que no vayas a usar. ¡Que no te de pena regalar algo usado! No sólo dicen que la basura de unos es el tesoro de otros, sino que el Vintage están IN. Por último busca objetos con sentido. Hubo un año en que con mi ex decidimos que todos los regalos que haríamos durante ese año serían libros. Aunque quienes los recibieran no fueran ávidos lectores, sabíamos que estábamos regalando cultura, ideas, arte. Obviamente los libros son caros, así que muchas veces tuvimos que bucear en tiendas de libros usados, pero fue entretenido. Lo genial era salir de nuestra zona de confort y buscar aquello que más podría gustarle a la otra persona. Y es que ese es el verdadero punto. Pensar en la otra persona, no en uno. Otro buena idea son plantitas, cactus y suculentas y la otra persona no tiene mucha experiencia cuidando plantas, o semillas, patillas y almácigos, son siempre bienvenidos.

4- El Fantasma de la Navidad Presente. Si alguna vez vieron «Un Cuento de Navidad» entonces se acordarán que el Fantasma de la Navidad Presente era el más gordinflón de todos y traía consigo un tremendo banquete. Generalmente asociamos a esta época como una de fiesta, de comida y bebida. ¡Cómo si el mundo se fuera acabar! Yo no soy quién para decirte cómo hacer las cosas, no juzgaré. Pero te haré las siguientes preguntas ¿Vas a tener un salón lleno de invitados que impresionar este año? ¿O sólo serán unos pocos, los más cercanos? ¿Quieres pasarte todo el día en la cocina estresad@? ¿Quieres comer hasta reventar y luego sentirte mal? (Te recuerdo que en estos momentos no es conveniente ir al hospital). Si ya te vas preparando mentalmente para la cantidad de personas que celebrarán Navidad en tu casa este año, te sugiero que no te angusties. Desde ya anda viendo ideas de cosas que puedas preparar ese día y apenas pueda compra los ingredientes que necesites con anticipación, cosa de que no andes vuelto loco a última hora. Pero intenta buscar recetas que sepas que no te van a complicar la vida, la idea es que puedas disfrutar de ese día. También, puedes convertir la preparación de esa cena en un evento en el que todos los integrantes de la familia pueden participar. No es justo dejarle toda la pega a una sola persona. Y pueden compartir en familia cocinando algo entre todos. Entiendo que es la época de disfrutar sin culpas, o que pueden tener tradiciones muy arraigadas, pero tampoco es malo contemplar otras opciones. Recetas más sencillas o más saludables… Insisto, no hay nadie a quien impresionar.

4. Trabaje la espiritualidad: Entiendo el significado que tiene la Navidad para los cristianos y sin embargo rara vez la veo realmente ahí. No digo que no exista, pero es que a veces tanto glitter y lentejuela la hace menos visible. Ni hablar de los monos de nieve de plástico y los pobres viejos Pascuero derritiéndose bajo los 30 grados del sol de diciembre. Es curioso porque la gran mayoría de lo que asociamos a la Navidad es muy reciente y entró con el consumismo de los últimos 40 años, como mucho. Vean cómo se celebrara en Chile la Navidad a principios del siglo XX o en épocas pasadas y era muy distinto. Mucho más religioso y repleto de tradiciones que se han ido perdiendo en el tiempo… Creo que es importante no olvidar ese sentido original, primigenio. Independientemente de las creencias que uno profese (y aquí hablo como pagana), creo que hay algo poderoso en ciertas fechas, como esta, en la que todos se unen en familia movidos por algo incluso más fuerte que la religiosidad. No por nada la Navidad y sus emociones nos pegan tan fuerte aunque estemos en una época católica, aunque estemos en medio de una Guerra Mundial, aunque estemos derrumbando el Muro de Berlín o estemos preocupados del Corona Virus. Todos anhelamos pasar la Navidad con nuestros seres queridos. Todos queremos refugiarnos en lo profundo de los buenos recuerdos, las tradiciones, las risas… y profesarnos amor. Ayudar a otros es también una forma de amor. Ese es el verdadero sentido de estas fiestas. Sea Navidad, Januka, Yule, Kwanzaa, o lo que sea. Es volver al origen. Aquello que nos tira. Claro, la comida, los regalos, son placeres indiscutibles. Pero dejemos un espacio para conectarnos con aquello que nos es sagrado, con aquello que nos es importante.

Son sólo 4 pasos. Nada nuevo, nada que no hayas escuchado ya. La implementación puede darse en distintos niveles, sé que a veces es más fácil «decirlo que hacerlo.» Pero dime, después de un año como este 2020, ¿Necesitamos más cargas? ¿Queremos más cosas que no necesitamos?

Si antes nos estresábamos por tener que compartir con mucha gente ahora nos estresamos porque no podemos verlos.

Creo firmemente que la Navidad se trata de algo más. Debe haber algo más. Este año nos ha dado la excusa perfecta para implementar todo aquello que en el fondo siempre hemos querido. Es cuestión de mentalizarnos. Y si el resto nos mira con cara de bicho raro, expliquémosles lo que estamos planeando. Les aseguro, que lo van a entender. En un año como este, ¿quién no lo entendería?

Algunos apuntes sobre Paganismo

May the Circle be open,

But unbroken.

May the peace of the Goddess,

Be ever in your heart.

Merry Meet,

And Merry Part,

And Merry Meet again

¡Hace tiempo que quería hacer un post sobre este tema, pero prepárense, porque es tan extenso como apasionante! Probablemente se me queden varias cosas en el tintero, pero al menos intentaré ir haciendo un «check» de los puntos más importantes.

Me nació esta idea pues para mí el paganismo es una parte muy importante de mi vida, en cuanto a creencias y prácticas espirituales, pero también de mi día a día. Intento mantenerme bien activa y frente a eso me he topado con varias personas que se me han acercado con sus preguntas. Me gustaría que este post fuese al menos un punto de partida para ir contribuyendo a resolver algunas de esas preguntas más frecuentes, en mis propias palabras… Desde ya me disculpo si alguien no está de acuerdo con algunos puntos, no me parece mal. Yo no reclamo la sabiduría absoluta y siempre estoy abierta al diálogo siempre y cuando haya tolerancia y respeto. Siempre podemos acordar en que no coincidimos. =)

Nota: El post me quedó un poco largo, así que para ayudarles un poco a orientarse es que les presento el punteo de los temas a tratar aquí:

  • El término «Pagano»
  • Tipos de Paganismo
  • La Organización
  • El Conocimiento
  • ¿El costo?
  • Los Contenidos

So… ¿Qué es el paganismo? Pucha, ya partimos con una pregunta difícil XD Sobre todo porque este es un término con el cuál no todos se sienten cómodos de usar. Para entenderlo mejor, hay que ir al origen…

El término «Pagano»

En los inicios del cristianismo la Palabra De Dios era llevada a través de misioneros a distintas partes del mundo. La situación más común es que este misionero de algún u otro modo lograra convencer aun monarca de adoptar esta nueva fe (cosa que podría haberse dado por una multiplicidad de razones, no necesariamente la fe real) y al ser este el soberano de su territorio, al adoptar él esta nueva religión (monoteísta y que descarta por sobre todo la existencia de otros dioses) el pueblo entero se veía obligado a cambiar sus prácticas y creencias ( o al menos en la apariencia). ¿A qué me refiero? A que generalmente la conversión de un pueblo no se debía realmente (o en un 100%) a que realmente creyeran en esta nueva religión, sino que se les era impuesto por el gobernante ahora converso. Incluso, puede ser que la nueva religión haya sido aceptada más por temas estratégicos que por motivos religiosos. Lo menciono porque en realidad es muy difícil cambiar las prácticas y creencias, sobretodo si están muy arraigadas dentro de una comunidad. Incluso si se diera de un día para otro, esto no se produciría de forma masiva.

Como podrán imaginar esta situación ya mencionada se daría específicamente en los lugares donde se concentren más personas (era más estratégico para los misioneros acudir a estos lugares) y donde los monarcas ejercieran más control sobre la población (para asegurarse de que efectivamente se implementasen los cambios), es decir: las Ciudades. Muy por el contrario, la gente que quedara más alejada de la ciudad, es decir los campesinos, la gente que vivía aislada, la gente del bosque, etc… Era más probable que mantuviese sus antiguos sistemas de creencias. Ya sea porque estuvieran alejados de estas nuevas noticias o porque tuvieran las creencias y supersticiones más arraigadas. Pensemos que el termino Folclore, viene del alemán «Volk», la gente. A l largo de la historia los campesinos siempre han sido más tradicionalistas, alejados de la agitada «vida moderna» donde todo avanza más rápido y hay más intercambio de culturas y de noticias.

Por otro lado la gente del campo vivía de una forma más intrínsecamente relacionada con la naturaleza. El mismo hecho de ser campesino significaba necesariamente estar pendiente de la naturaleza, el cambio en sus ciclos, el paso de las estaciones, conocer los movimientos de la luna, reconocer las hierbas, etc.

Esto es lo que origina el término «Pagano» que proviene del latín «paganus» y significa algo así como «rústico» o «del campo.» Hasta aquí el término en realidad no posee ninguna característica negativa. Es sólo que a partir del siglo VI se empezará a ocupar para designar a aquellas personas que no siguen a ninguna de las tres grandes religiones monoteístas (el cristianismo, el judaísmo o el islam). De ahí proviene una serie de ideas derivadas, como «adoradores de los dioses antiguos,» «de las antiguas prácticas,» etc, refiriéndose justamente a aquel mundo pre-cristiano. En sí, insisto, esto no conlleva ningún calificativo negativo, hasta que estas tres grandes religiones empiezan, con su característica naturaleza proselitista, a perseguir y condenar aquellos que que no sigan sus dogmas. Esto se debe a que también la nueva fe cristiana necesitaba afirmar su terreno ganado. Es aquí cuando los «paganos» caen en el mismo saco que los «herejes» y los «apóstatas» (ojo, que no son lo mismo), y finalmente el término comienza a tener características negativas. Se ejerce toda una serie de publicidad negativa del paganismo, muchas veces llamándolos «satánicos» o aduciéndoles toda una serie de atrocidades para convertirlos en «los malos de la película.»

Aquí hago un paréntesis para decir que un pagano en teoría no podría ser un satánico si es que entendemos a Satán como «el contrincante» dentro de la cosmología cristiana, porque entonces no sería un pagano real si de alguna forma cree en toda esta mitología cristiana (independientemente del bando que elija). Aquí admito que no soy una experta en satanismo, así que desde ya me disculpo si me equivoco, pero esto da explicación a por qué la mayoría de los paganos no creen en Satán, por lo tanto, no podrían ser algo diabólico.

Como podrán ver el término es complejo porque en el fondo no está determinando a un grupo por sus características comunes, no está diciendo lo que ese grupo es, está diciendo lo que NO es. No es cristiano, no es musulmán, no es judío. Y esta es la principal razón por la que a muchos no les gusta ser denominados así, ya que no quieren adoptar un nombre impuesto por una religión monoteísta. Prefieren términos cómo «las antiguas tradiciones,» «religiones de la tierra, etc.»

Bueno, eso sólo en lo que se refiere al nombre. Personalmente (esta es una decisión mía no más), yo me siento cómoda usando la palabra «pagana» a falta de una mejor y porque no me parece tan disparatado referirme a mis creencias como prácticas de la gente de campo, así que… Bueno… Será…

Continuando entonces con el tema, ¿Qué es el Paganismo? A estas alturas podría parecer que ya estamos bastante claros, pero lo cierto es que nuevamente, la cosa no es tan simple. Dijimos que el paganismo se refiere a las tradiciones que no son correspondientes a las grandes religiones. Pero esto es muy vasto. Debemos empezar a desmenuzarlo.

Tipos de Paganismo:

Para comenzar es necesario entender que el paganismo no es una religión. Lo siento. Pero así es. No porque no pueda serlo (la palabra religión viene de re-ligar, es decir, conectamos nuestro presente con un origen mítico a través de un relato y vamos incorporando todos los hechos relevantes de nuestra comunidad en él), sino porque sería incorrecto pensar en el paganismo como UNA religión, así como una UNICA comunidad. El paganismo, es una etiqueta genérica para una serie de variadas tradiciones, creencias, prácticas, etc. Podríamos considerar «paganas» las muchas formas que tiene el hinduismos, así como las prácticas chamánicas siberianas o el voodú caribeño. Es muy variado. Para poder navegar en este océano es necesario primero distinguir entre tres grandes categorías:

  • El Paganismo Arcaico
  • La Reconstrucción
  • El Neo-Paganismo.
  1. El Paganismo Arcaico o tradicional: sería el que estuvimos discutiendo cuando analizamos el origen de la palabra pagano, son las creencias anteriores a la aparición de las grandes religiones monoteístas. En la mayoría de los casos estas tradiciones se han perdido y conllevan un verdadero problema porque por mucho que intentemos acercarnos a ella jamás tendremos una noción real de cómo era en aquellos tiempos. Algunas excepciones han sobrevivido como es el caso de algunos pueblos originarios (ejemplos de ello pueden ser las tribus de la Amazonía, los nativos americanos o el pueblo Sami en Europa). Aún así cabe mencionar que estos pueblos actualmente están vivos y no se trata sólo de «mitos,» sino que ellos realmente viven y practican de acuerdo a sus creencias, estos pueblos han sufrido el paso de los siglos, han visto su mundo transformarse y han debido adaptarse a los cambios. Sus tradiciones no serán exactamente las mismas que en el pasado, del mismo modo que la iglesia católica del siglo XXI no es la misma que la del siglo XII. Por otro lado, al tratarse de culturas vivas que, en su mayoría, han tenido que luchas para mantener sus raíces y tradiciones frente al arrasado mundo occidental, también debemos ser muy respetuosos para no caer en actos de apropiación cultural.
  2. El Reconstruccionismo: En este caso y como también algo adelantábamos en el punto anterior, se trata de diferentes intentos por traer al presente las antiguas creencias que se han perdido, que ya no se practican y de los que no quedan miembros de esas comunidades originarias que puedan indicarnos cómo era en tiempos antiguos. Para ello se trabaja mucho en investigación: historia, antropología, lingüística, literatura, arqueología, etnología, psicología, etc. Aquí encontramos una gran variedad de culturas desde los celtas y los antiguos pueblos escandinavos, hasta Egipto y Mesopotamia, etc. Pero es mi deber insistir que frente a este tipo de paganismo hay que ser también muy cuidadoso. Siempre hay que entender que por mucho que se estudie y se investigue, todas serán apenas interpretaciones de lo que en aquellos tiempos se podría haber hecho o de cómo las cosas podrían ser. Siempre quedarán puntos ciegos. Por otro lado debemos ser conscientes también de los sesgos culturales que tenemos propios de nuestro tiempo. Hoy en día en pleno siglo XXI no podríamos considerar hacer sacrificios humanos por ejemplo (uno de estos días haré un post sólo sobre el tema del sacrificio). Así como también debiésemos preguntarnos el cómo nuestro presente está moldeando nuestra interpretación de los hechos, sabemos por ejemplo que en el siglo XIX se abusó mucho del folclor para sustentar ideas nacionalistas y durante el siglo XX el tema se llevó a un extremo con la apropiación cultural que hizo el nacional socialismo de la cultura escandinava (lo cuál hasta el día de hoy la ha perjudicado). Esto no fue culpa de los escandinavos. Fue culpa de la gente que en ese «presente» juzgó el pasado en base a los prejuicios de su época. Es un caso extremo, pero nadie está libre de caer en ese error. Hace poco presencié una charla muy interesante en dónde se hablaba de cómo por ejemplo hoy en día se ha tomado la figura de «la Bruja» como símbolo del movimiento feminista, pero que contrasta bastante con el sentido primigenio de lo que sería una bruja. ¿Ven a lo que me refiero? El tema es muy interesante… En fin, algunos ejemplos de Reconstruccionismo podrían ser el Ásatrú, el Druidismo (o Neo-Druidismo), el Kemetismo, el Helenismo, etc.
  3. El Neo-Paganismo: Son aquellas tradiciones modernas que han comenzado hace relativamente poco. Por mucho que clamen inspirarse en las tradiciones del pasado lo cierto es que podemos identificar un inicio más o menos claro. Quizás el mejor ejemplo de esto y hasta ahora el más conocido sería la Wicca que hace su aparición por ahí por los años ’50 en Inglaterra con Gerald Gardner, (con sus correspondientes variaciones posteriores), pero las hay muchas más también.

Esto ya nos permite ir dibujando de a poco un esquema de lo que podría ser el paganismo y sus diferentes opciones. Pero frente a esto me interesa mencionar algunos puntos más:

Con respecto a la organización:

-El paganismo no es una institución y no está organizado. No es una «iglesia.» Incluso en el pasado la mayoría de las prácticas, aunque fuesen más o menos parecidas y compartieran algunas características comunes, estaban arraigadas en localidades y comunidades. A veces incluso a familias y clanes. Por lo tanto no existe una verdad única. Y este es quizás uno de los temas con los que más he tenido dificultades. Nadie posee una verdad absoluta sobre el paganismo, lo que es para algunos, no lo es para todos. Eso no quiere decir que me pondré a decir disparates, pero a lo que voy es que no hay un dogma. Esto va a variar de tradición en tradición y de comunidad en comunidad. Quizás ciertos grupos tengan sus propias creencias bien establecidas y logren conformar una especie de dogma, reglas, etc. Pero esto no es extensible a toda la comunidad pagana.

-No todo el paganismo funciona bajo una etiqueta. Hay muchos que se consideran «paganos» o que creen en algo parecido a esto o se sienten llamados a esto, pero no saben muy bien en qué «categoría» colocarse. Y eso está bien. Los hay muy aferrados a tradiciones muy específicas y los hay eclécticos.

-No todos están organizados. Algunos tienen sus grupos, sus covens, llámenlo como quieran… y cada uno ha determinado su forma de organización. Algunos son más democráticos y otros son más jerárquicos. También los hay anárquicos y también los hay solitarios y hermitaños. Hay de todo.

-Por todo esto es que se hace difícil presentarlos legalmente o bajo un reconocimiento oficial. Ciertos grupos más organizados, con comunidades más grandes, han logrado avances en estas materias. Sé que en Islandia hay una comunidad que adora a los antiguos dioses escandinavos que ha sido legalmente reconocida, sé que en España hay grupos Druidas, Ásatrú y Wicca que obtuvieron reconocimiento de parte del estado como religión oficial (lo que les significaba permiso para porte de armas rituales cuando fueran a una ceremonia, protección de zonas sagradas y ciertos derechos funerarios), así como que recién desde el 2007 (si no me equivoco la fecha), que se autorizó a que los soldados estadounidenses fallecidos pudiesen colocar el pentáculo de la Wicca en su lápida si así lo quisiesen. Estos son sólo unos pocos ejemplos, pero que nos muestran la variedad del reconocimiento y validez que se le han aplicado a estas creencias en distintas partes del mundo. Sin embargo, no esperen encontrar un «Vaticano» de paganismo o un «Papa» porque no lo encontrarán.

Ahora no corresponde hilar más fino. Justamente esto que les menciono sobre la falta de un dogma común es lo que hace tan difícil hablar de paganismo. No existe lo correcto o lo incorrecto en términos generales. Existe la realidad de cada tradición, de cada comunidad. Por lo tanto ojo. Mi recomendación es tener mucho cuidado y estudiar, estudiar mucho, seguir aprendiendo y buscar fuentes. Porque nunca van a faltar las sectas, los abusadores, aquellos que deseen usar el poder para beneficio propio, los estafadores y ladrones. Esos los vamos a encontrar en todas partes, no solamente en el paganismo. Sé que el sentido común es el menos común de los sentidos, pero aún así mi invitación es siempre a usarlo. Por último hazle caso a tu instinto y ahí donde percibas banderitas rojas, esas señales que te hacen ruido, inmediatamente di no. Hay ciertas cosas que, creo yo, son indiscutibles. Nadie debería hacerte daño ni obligarte a hacerle daño a otros. Nadie debería de pedir que abandones tu estado de soberanía sobre tu cuerpo, tus acciones, tu mente o tu alma. Creo, realmente, que el que nada hace nada teme y por lo tanto siempre podrás conversar las cosas, abrir el diálogo respetuoso, solicitar fuentes, rastrear ramificaciones, etc. Si alguien no te quiere dar ninguna de esas posibilidades: ojo. Si alguien pide que sometas tu voluntad y te impide decir NO, entonces corre. Eso no es paganismo, eso es alguien que quiere aprovecharse de ti.

Con respecto al conocimiento:

Uff, otro tema. Aquí tenemos la diferenciación entre lo que es conocimiento y experiencia. El conocimiento es la teoría y existen distintas fuentes de las cuales podemos nutrirnos, como ya explicaba anteriormente existen distintas áreas (especialmente de las humanidades, pero también de las artes, las ciencias, etc) de las que podemos valernos. Existen libros, tratados, y los famosos «Libros de Sombras» y Grimorios, donde los individuos y los colectivos anotan sus experiencias, sus rituales, sus pócimas, sus aprendizajes, etc. Está lo que sacerdotes y sacerdotisas (otro tema que tocaré en otra ocasión), puedan enseñarte. Están los mitos y las leyendas, en fin… Aún así, todo eso es teórico. No me malinterpretes, eso está muy bien, de hecho mi invitación es a que este proceso de búsqueda e investigación ojalá nunca cese. Yo llevo varios años en esto y todos los días aprendo algo nuevo y me replanteo nuevas cosas. Siempre hay más por aprender. Pero es sólo una parte, una pierna. Esta coja sin la otra que es…

La práctica. La experiencia. Y sucede que la experiencia es intransferible. Otros podrán tratar de traspasarnos su experiencia, de guiarnos, de ayudarnos… Pero nosotros sólo podemos empatizar, podemos imaginar, podemos tratar de comprender. No lo lograremos hasta que lo vivamos, hasta que hayamos creado nuestras propias experiencias y lo que podamos sacar de ellas. Mucho de lo que te recomienden serán actividades, cosas para hacer, de modo que mientras las hagas te darás cuenta tú solo de otras. Recuerda que aquí estamos hablando de creencias en espíritus, en almas, en fuerzas naturales y en algunos casos sobre naturales. Así que no podemos remitirnos a experiencias físicas, solamente. No es un laboratorio científico. Por eso mi recomendación es que continúes estudiando y aprendiendo responsablemente, pero también incorpores ciertas prácticas a tu vida. El paganismo no es teórico, tienes que vivirlo. Finalmente te darás cuenta de que no es un par de horas que le dedicas, sino que es la forma en que vives tu vida.

Ahora bien, cada tradición tendrá su propia forma de transmitir los conocimientos. Algunas son herméticas, otras son para iniciados y tienen etapas, otras reconocen la posibilidad de automedicarse, algunas son totalmente secretas. Hay de todo. Nuevamente, tendrás que investigar para saber qué «ofertas» hay y cómo contactarles, como acercarte a ellos y cómo aprender. Es cierto que muchas veces las distancias y los idiomas son barreras, pero hoy en día internet y la globalización ayudan bastante (aunque hay algunas que insisten en la preparación presencial). Nada más ten cuidado con las fuentes y la desinformación.

Una de las charlas del Día del Orgullo Pagano

Ahora bien, entramos en otro tema polémico: ¿El costo?

Uff… Personalmente yo creo que lo espiritual no tiene un precio medible en términos físicos. Es muy complejo hablar de pagar por aprender de paganismo. Hay ciertas cosas que yo creo que todos podemos comprender, como lo son el tiempo de cada uno, la preparación, costo de materiales (impresiones, libros, velas, etc) o el arriendo de un local o el pago de un programa para hacer streaming, etc. Pero esas son cosas técnicas. En realidad yo no creo que uno pueda pagar por algo espiritual (o mejor dicho, no debiera). Lo siento, es mi opinión y sé que es algo súper polémico, así que entiendo si alguien no coincide conmigo. Pero general creo que hay mucho abuso y es que la línea es tan difusa. No es lo mismo pagar por un libro o por un amuleto… Que pagar por una iniciación. No creo que haya dinero en el mundo que pueda convertirlo a uno en un sacerdote o sacerdotisa. Si bien hay «servicios» que obviamente son pagados, como una celebración de «matrimonio» o «bautizo» (por ponerlo en palabras genéricas más reconocibles), no creo que los títulos sean comprables. Creo que hoy en día hay mucha gente que saca unos tremendos currículum espirituales y no es por desmerecerlos, pero creo que un título debe de ganarse, con experiencia y no comprarse. Es mi humilde opinión.

Los contenidos:

Como explicaba antes, no existe un dogma genérico, por lo que en realidad no tiene sentido entrar a hablar de en qué cree un pagano y en qué no. Tendríamos que entrar a desglosar cada tradición… No terminaríamos nunca. Algunos creen en hadas, otros en dioses, otros en arquetipos. Algunos celebran rituales a la luna, otros al sol. Algunos creen en el bien y el mal, otros no tienen una visión dual. De verdad, no terminaríamos nunca.

Lo que sí me parece que es súper bueno es tener una clara distinción de términos. Porque, de nuevo, muchas veces se tiran en el mismo saco cosas que son muy distintas.

Por ejemplo: no es lo mismo una bruja, que una adivina o un vidente, un hechicero, que un mago, que un encantador, que un oculista, que un herbalista, un mentalista o un prestidigitador. Tenemos un lenguaje tan rico que nos permite hacer todas estas distinciones. Todas se refieren a distintos sujetos, con diferentes características. Algunos dedicados a ciertas prácticas y otros a otras. Eso no quita que a veces dos o más se reúnan en un mismo sujeto. Algunos de estos personajes se han ido transformando a lo largo de generaciones y lo que se entendía en un momento de una forma en otro momento o en otro lugar se puede entender de otra manera. A veces las traducciones no son precisas. De igual modo que no es lo mismo hablar de creencias que de tradiciones, de prácticas, de supersticiones, de rituales o de religiones. No son sinónimos. Es por esto que yo partiría por la investigación y el estudio. Aquí todo lo que mencionaba de historia, lingüística, antropología, etc. ayuda muchísimo. Si conocemos el origen primigenio de algo, conoceremos también el verdadero sentido, hacia dónde se dirige y disminuiremos las probabilidades de caer en equívocos. (No me malinterpreten, nos quivocaremos y mucho. A mí me pasa todo el tiempo, pero lo importante es seguir avanzando).

Bueno, ya está. Creo que este post quedó demasiado largo ya así como está. Este es un tema que me apasiona y que podría estar mucho tiempo explayándome, pero creo que a modo de introducción ya funciona bastante bien. Si es necesario, después le hago algunas correcciones. Como mencioné hay algunos temas específicos en los que me gustaría profundizar, así que tal vez más adelante me meta en esos rollos. Por ahora, espero que sea cual sea tu razón de haber leído este post, te haya servido de algo. Feliz acepto comentarios, sugerencias, debates respetuosos, etc. Y si de algún modo te he ofendido o encuentras que esto es lo peor que has leído en la vida… Pues me disculpo, lo siento, pero nada que hacer. No fue mi intención. Nada más escribo desde mi experiencias y punto de vista. Si ya leíste hasta aquí, muchas gracias y nos vemos en otra ocasión.

Sobre el «hacer»

«La naturaleza encierra a otras especies dentro de unas leyes por mí establecidas. Pero tú, a quien nada limita, por tu propio arbitrio, entre cuyas manos yo te he entregado, te defines a ti mismo. Te coloqué en medio del mundo para que pudieras contemplar mejor lo que el mundo contiene. No te he hecho ni celeste, ni terrestre, ni mortal, ni inmortal, a fin de que tú mismo, libremente, a la manera de un buen pintor o un hábil escultor, remates tu propia forma.»

Giovanni Pico Della Mirandola

¡Hola! Sé que he estado bastante desaparecida. Como les contaba en mi último post, he pasado por una serie de «etapas» en esta cuarentena… Y últimamente estas etapas me tuvieron un poco alejada del Blog. Estuve muy ocupada atendiendo el jardín y la huerta, que dan mucho trabajo en primavera y también haciendo arreglos en la casa, entre otras cosas… Todo eso hizo que escribir aquí no fuera prioridad por el momento, pero pensándolo bien… Creo que es mejor así. Al empezar este blog la idea era ir publicando al menos una entrada por semana, pero la verdad es que ¿quién me manda a presionarme así? De verdad siento que es mejor que esto vaya fluyendo con naturalidad y así puedo disfrutarlo en vez de estresarme…

Es complejo ese tema, el de las expectativas. Muchas veces acarreamos una tremenda carga psicológica, pero lo cierto es que cuando nos ponemos a desmenuzarla, es poco lo que tiene de concreto. Yo diría que en un alto porcentaje nuestros «deberes» y «estándares» son impuestos por nosotros mismos. Y al no poder cumplir con ellos, finalmente somos también nuestros propios jueces y los más crueles verdugos.

Ahora, eso no significa no autoexigirse. Hay veces en que la palabra «ambición» es como mal vista. Ojo, ser ambicioso no es ser avaro. No debería implicar pasar por sobre los demás o el no saber valorar lo que uno ya posee. Pero está bien tener sueños, pensar fuera de la caja y preguntarse qué puede haber más allá de los límites. Y que no baste sólo con soñar, sino que tener la valentía de luchar por ellos y perseguirlos.

¡Ay! ¡Qué difícil! El sagrado equilibrio… ¿Desear mucho? ¿Desear demasiado poco? Personalmente creo que aparte del cliché de «lo importante está en mantener equiparada la balanza» la respuesta está en el hacer y la actitud con la que se enfrentan los desafíos.

Los que no ambicionan nada, los que se quedan en su zona de confort, los que sólo sueñan pero no se atreven actuar y los paraliza el miedo… Todos ellos no hacen. No ponen en práctica. Si lo hicieran echarían a andar la bolita. Darían ese primer empujón que se necesita para activar toda la maquinaria. Se darían cuenta de que se hace camino al andar. Cuando uno comienza a hacer cosas se da cuenta de que no es tan terrible como parece (y se los digo yo, que sufro de ansiedad). Que por muy perdido que uno está, a medida que va avanzando la niebla se va despejando y el camino empieza a aparecer por sí sólo. Sin darte cuenta estarás pensando en el siguiente paso y el siguiente… Hasta que terminas ambicionando el recorrido entero… Súbitamente sabrás a dónde quieres llegar.

Hay que atreverse no más. Con mi mamá este año nos tiramos a armar una nueva huerta en casa. Si resulta o no ya lo sabremos, pero de que aprenderemos, aprenderemos…

¿Qué pasa entonces con los que sueñan demasiado alto? Les daría la misma recomendación: Hagan. Al poner en práctica se darán cuenta de que no puedes correr la maratón sin antes aprender a caminar, a trotar y luego a correr. A los que tienen demasiada prisa les diría que se detengan a oler las flores, disfruten del paisaje. No hay apuro. Si sólo piensas en la meta final pasarás por alto todas las atracciones y caminos alternativos. De pronto descubres que prefieres cambiar de ruta. Pero eso no lo sabrás si no lo pones en práctica. La vida no es ir por ahí como caballo de batalla con los ojos vendados y tirándose a la carga.

Hay un momento para cada cosa… un momento para sembrar y un momento para cosechar…

Les cuento esto porque para mí este año me ha hecho sentir como una trucha. A veces me entusiasmo y quiero ir así, demasiado rápido. Tiro y tiro con todas mis fuerzas… Y entonces la vida se encarga de recordarme que debo flotar un poco más… Deja ceder el hilo… Pero entonces me vienen mis bajones y es cuando comienzo a hundirme. Ya no tengo ganas de nadar… Y es ahí cuando la vida tiene que tirar del hilo y hacerme dar saltitos hasta que recupero la consciencia.

El hacer me mantiene ocupada, me hace sentir que avanzo cuando estoy ansiosa y me permite no pensar cuando estoy depre. Me permite crear y expresarme cuando siento demasiado. Me permite encontrar mi propósito cuando me siento perdida. Me permite disfrutar de los detalles cuándo voy demasiado rápido.

El terror de los tornillos y los fantasmas jajaja

¿Cómo se hace entonces para hacer? Pues… empezando. Elige algo, ¡lo que quieras! ¿Qué te gusta? ¿Leer, escribir, dibujar, bailar, pintar, jardinerear? ¿Algún deporte, un instrumento, los animales? ¡No importa! ¿Eres bueno en ello o no? Eso no viene al caso. Te pregunté qué te gusta, no en qué eres bueno. Si recién vas a comenzar algo por supuesto que no serás bueno en ello. Pero eso no importa. Dale tiempo. Si no te atreves, es porque estás soñando muy poco. Si crees que no eres bueno, es porque estás ambicionando demasiado al compararte con otros. Este es tu camino, no el de ellos. No hace falta ser bueno en algo para disfrutarlo.

¿No sabes lo que te gusta? Pues elige cualquier cosa al azar. Tarde o temprano descubrirás qué te gusta. Generalmente aquello que ocupa más tus pensamientos pero niegas constantemente es la realidad que no quieres ver. Si estás frente al PC todo el día pero sueñas con salir de excursión… Ahí está. Al descubrir qué odias y qué no te gusta de a poco irá apareciendo lo que sí amas.

Si hay algo que he aprendido de mi corta vida es que el ser humano tiene la maravillosa capacidad de aprender. De verdad. Hoy en día puedes aprender cualquier cosa. Métete a YouTube. Busca un curso en Doméstika o Udemy. Pregúntale a tu amigo/vecino/abuelita. Revisa las actividades de la Muni.. Sólo abre Google. Atrévete a preguntar y a pedir ayuda. Uno puede aprender cualquier cosa, sólo necesita tiempo y dedicación. Si realmente te apasiona algo no debería de ser problema. Aunque sean 10 minutos diarios o unas horas a la semana… Paciencia, disfruta el recorrido.

Al principio me asustaba usar el taladro, después ya me acostumbré.

¿Y si nunca llegarás a ser como los «pros»? ¿Y qué importa? ¿Tienes que ser como ellos para disfrutarlo? ¡No! ¡Aparte que la idea no es ser sólo una copia de otra persona, tú puedes hacer las cosas a tu pinta!

Eso sin mencionar que hoy en día esta metida esa idea de que si «eres bueno en algo» entonces puedes comercializarlo… tener tu propia micro empresa… y ¡hasta vivir de ello! Espérate wey… O sea, sí, se puede.. Y es bkn que tu trabajo sea algo que ames. Está muy bien. Pero eso también es harto trabajo. Si eso no es lo que quieres, también está bien. Un hobby puede ser justamente eso, un hobby. No tienes por qué ser necesariamente bueno, y tener que dedicarte a vivir de eso. No debiese ser que hasta tu tiempo libre y de relajación deba capitalizarse.

Les cuento todo esto porque este año ha sido maravilloso para mí en términos de poder dedicarme a todo lo que me gusta, todos mis proyectos pendientes (que créanme que son varios) y muchas de las cosas que he estado haciendo las he ido compartiendo en mis redes sociales. Frente a esto la gente ha respondido de forma bastante impresionante. A todos les asombra que haya estado haciendo tanta cosa y me miran como si fuera extraterrestre jajaja Otros muy amorosamente me han dicho que he sido una especie de inspiración, lo cual me halaga en extremo pero también me hace sentir extraña jejeje… No me considero un ejemplo para nadie jejeje Simplemente me he dedicado a vivir la vida que siempre he soñado para mí (o al menos eso intento). Me imagino que cada uno debe tener su propia versión de ese sueño.

Hace tiempo empecé a ver en redes sociales como Instagram que había gente que estaba viviendo la vida que yo siempre soñé. Ahora, ojo, cada una tiene su respectiva realidad y yo tengo clarísimo que lo que se muestra en redes sociales es sólo un aspecto, la punta del iceberg de todo un mundo que muchas veces desconocemos. El tema es que simplemente me puse a pensar: bueno, ¿qué es lo que quiero? Y de eso ¿qué puedo hacer? ¿por dónde puedo partir? De a poco… disfrutando el viaje… Quería flores, compré bulbos y me puse a buscar cómo cuidarlos. Quería tener mi casa linda, encontré un tarro de pintura y pinté la pared. Tenía cuadros que colgar fui y le pregunté a mi madre como usar el taladro… Y así… De a poco… Cuando quise aprender a tocar arpa me puse a investigar, fue casi un año de investigar sobre el mundo del arpa hasta elegir cuál era la que quería y dentro de esas cuál podía permitirme. Luego vino el conseguirme una profesora de arpa y después un profesor de teoría musical. Todavía estoy aprendiendo y me queda un laaaaargo camino por recorrer. Pero lo importante es empezar. Y con internet, sobre todo, las cosas se facilitan muchísimo.

Por eso te digo: Sé ambicioso. Atrévete a soñar en grande. Persigue tus sueños. Pero no seas demasiado duro contigo mismo. Disfruta del proceso. Puedes aprender. Sí, se puede.

«Gnóthi Seautón»

Conócete a tí mismo

Se suponía que esta era la frase que aparecía inscrita en el pronaos del Templo de Apolo en Delfos, ese mismo lugar en que las gentes acudían a escuchar las crípticas profecías de las Sibilas.

Sí, lo sé, puede sonar muy New Age, pachamámico y todo lo que quieran… ¡Pero pucha que es cierto! No es fácil, pero es esencial.

Al principio quería partir disculpándome por no haber escrito la semana pasada, pero es que no tuve tiempo/ánimo/energía. Este tiempo en cuarentena ha sido una montaña rusa de emociones. Me he dado cuenta de que he ido pasando por distintos períodos. He tenido mi semana de aseo, mi semana de cocina, mi semana de productividad, mi semana de ejercicio, mi semana de lectura y también… Mi semana de depresión, ansiedad y no tener ganas de nada. ¿Pero saben qué? Eso está bien. Lo primero que debemos hacer es reconocer eso y respetarlo. Es nuestra primera pandemia. Nadie nos ha enseñado a lidiar con esto. El primer paso es reconocer que podemos tener un sinfín de emociones y que eso está bien. Así que no me voy a disculpar por no haber escrito una semana simplemente porque no tenía ganas. No me debo a nadie. Este Blog no es un «trabajo.» Debe ser justamente algo que disfrute hacer.

Recuerdo que hace mucho tiempo atrás tuve una conversación con una amiga sobre el tema de la menstruación y comentábamos lo potente que era que como sociedad intentásemos constantemente «esconder» o «negar» esos días. En vez de reconocer que uno se siente «indispuesta» y reservarse para sí misma (como pasaba en algunas tribus que las mujeres dedicaban este tiempo para alejarse de sus labores cotidianas y compartir en una Carpa Roja), nosotras nos enfocábamos en comprar toallas, tampones y copas… En tomar medicamentos para contener el dolor y nos esforzábamos por aguantar esos retorcijones mientras manteníamos la sonrisa torcida frente al cliente, porque había que continuar trabajando. ¿En pro de qué? De la productividad…

Este es un tema tan vasto que no quisiera irme por las ramas, pero sí, el tema de la productividad abarca tantos factores… Desde lo económico, lo político, lo filosófico, etc. que podríamos estar hasta mañana hablando de por qué buscamos ser productivos hasta el punto que dejamos de escuchar a nuestro propio cuerpo, de negar nuestro propio yo, de insensibilizarnos frente a nosotros mismos. Nos han pintado todo un cuento de que si eres esforzado, productivo, finalmente verás el resultado y este será igual éxito. Mm… No sé, quizás este silogismo tiene demasiadas falencias y sería bueno replanteárselo. ¿Vale la pena el esfuerzo? ¿Por qué me estoy esforzando tanto? ¿Cuál es el sentido? ¿Estoy siendo realmente eficaz? E incluso si esto nos otorga resultados… ¿Es esto realmente el éxito? ¿Me acerca a la felicidad? ¿Qué entiendo por felicidad? Podríamos seguir así por mucho…

Es curioso como se van dando las cosas. A principio de año empecé a leer «La Magia del Orden» de Marie Kondo porque, ingenuamente, estaba preocupada de cómo ordenar mejor mis posesiones materiales (yo tengo un serio problema de ser acumuladora), y encontré que el libro era una maravilla. Realmente leer el libro fue mil veces mejor que la serie de Netflix, lo digo en serio. Si tienen ocasión, léanlo. Lo que más me gustó es que se alejaba del tema de la ropa y los objetos, para enfocarse en lo subyacente. ¿Por qué tenemos caos en nuestras vidas? Que finalmente eso es lo que se traspasa después a nuestros objetos. Hay temas emocionales de fondo. Necesitamos replantearnos cuál es nuestra relación con los objetos pero también cuáles son las motivaciones que nos guían en el día a día. ¿Cómo nos relacionamos con nuestros cercanos? ¿Qué cosas nos gustan hacer y cuáles no?

Quedé tan fascinada con el libro que me puse a investigar en internet y di con otras fuentes bien interesantes. Les mencionaré algunas de ellas porque realmente las recomiendo: los videos de Youtube de Matt D’Avella quien también tiene un Podcast llamado The Ground Up Show, en donde toca temas muy interesantes sobre productividad, hábitos y la vida moderna en general… Y gracias a él descubrí el documental «The Minimalists» (que está en Netflix) y que se basa en el libro escrito por Joshua Fields Millburn… Y así se me abrió una puerta a todo este mundo que, más que Minimalismo, debería llamarse más bien Esencialismo. Y desde entonces he seguido investigando y aprendiendo más al respecto. Así podría seguir mencionándoles gente como Ryder Carroll que escribió «The Bullet Journal Method» (sobre el cuál hice un post que puedes leer aquí), o el canal de Youtube de Muchelleb que también se dedica a hablar sobre cómo vivir una vida con Intensión.

Digo que es curioso porque en realidad yo no busqué meterme en esto, simplemente se me vino encima y si bien nada de lo que leía o escuchaba era como algo completamente nuevo (sonaba bastante lógico), sí fue como una revelación el haber reconocido que todo aquello de lo que se hablaba era justamente lo que necesitaba.

Hace exactamente un año atrás yo me encontraba en una posición muy cómoda. Tenía una todo lo que se supone que debería tener: trabajo, estabilidad económica, relaciones afectivas, etc. Y sin embargo no estaba del todo contenta. Me sentía estancada y sin un norte claro. Pero tampoco era tan así… Creo que en el fondo de mi ser sí sabía qué era lo que quería (tal vez no como algo en específico, pero sí tenía una idea más o menos de por dónde iba) o al menos sabía qué cosas no era las que quería. Y finalmente en el transcurso de lo que fue el segundo semestre de ese año fui dando los pasos que necesitaba para salir de esa sensación de inmovilidad. Tomé valor y no fue fácil, arriesgué muchas cosas… Pero empecé a sentir que me movía nuevamente… Y eso echó a andar la bolita de nieve. Una cosa fue llevando a la otra hasta que me sentía como un tren de alta velocidad, decidida, determinada, empoderada… ¡Al fin estaba tomando las riendas de mi destino! ¿Y no me doy de frente con esta Pandemia a nivel global, con cuarentena y demases… ?

Muy probablemente (y me imagino que esto es lo que les pudo haber pasado a varios) de no haber estado preparada mentalmente esto me habría golpeado mucho más fuerte de lo que lo hizo (porque sí, afrontémoslo, me afectó igual y francamente no conozco a nadie que esto no le haya afectado de una forma u otra). Pero creo que parte de lo que me tuvo mejor preparada psicoemocionalmente fueron estas lecturas y cosas que venía escuchando desde principio de año. ¡Quién lo hubiese dicho! Ni que hubiese sabido lo que iba a pasar…

Bueno, bueno, entonces… ¿De qué va todo esto que digo yo que me dejó tan bien preparada? Esto del Esencialismo… (que a todo esto todavía no soy ningún tipo de Gurú, recién lo vengo descubriendo y creo que todavía estoy en un proceso…) El Esencialismo se refiere a la capacidad que todos tenemos de vivir una vida con intención. Estar en el Presente, en el aquí y en el ahora (esto me sirve muchísimo porque yo tiendo a sufrir verdaderas crisis de ansiedad). Ser conscientes de lo que hacemos y el por qué lo hacemos. Cuando tenemos metas definidas es más fácil elaborar un plan, una estructura que nos permita alcanzarlas, lo que conlleva a obtener una sensación de logro. Además nos permite evaluar nuestros procesos y ver qué cosas funcionan y cuáles no y por qué; así como actuar consecuentemente con aquellos resultados.

No se debe entender el minimalismo como el tener «pocas cosas» (como les decía, yo estoy todavía lejos de lograr algo así), pero sí de tener sólo las cosas que nos hacen sentido. Y esto hay que llevarlo a un plano no solamente material, sino que en todo ámbito. ¿Hay algo que estás haciendo ahora en tu vida que no te hace feliz? ¿Lo necesitas? ¿No? Entonces… ¿Por qué sigues con eso?

Yo, en lo personal, soy alguien muy entusiasta y muy curiosa que encuentra todo muy interesante y sería feliz haciéndolo todo, leyéndolo todo, escuchándolo todo, aprendiéndolo todo… Pero obviamente no me da. No tengo el tiempo, ni la energía. Y quizás uno de mis problemas es que soy muy dispersa y me cuesta enfocarme. En estos meses esto del Esencialismo me ha ido ayudando a aprender a decir «No.» No puedo con todo y no tengo por qué. Algunos No son definitivos porque no aportan nada en mi vida, otros sólo han sido pospuestos al priorizar aquellas cosas que me son importantes. Esto va desde las actividades que necesito hacer en mi día a día, las cosas que necesito que comprar, la gente con la que elijo rodearme o los objetivos que me planteo para mi vida a largo plazo. Y es que todo esto va de la mano… En vez de pensar en todo lo que podría hacer o en todo lo que debería hacer… Quizás podríamos detenernos a pensar en ¿Qué tipo de persona quiero ser? ¿Qué me hace feliz? ¿Qué me aporta? ¿Y qué no? Y ¿Qué tengo que hacer para convertirme en esa persona?

Sinceramente yo creo que esta detención a nivel mundial debido al Covid-19 fue una gran señal de alerta para que nos diéramos de frente con todos los grandes problemas de nuestra sociedad. Pero así como puede ser una catástrofe tiene todo el potencial de ser una gran oportunidad también. En mi caso yo lo tomé como un tiempo de pausa. De detenerse. De respirar. ¡Que irónico que se trate de una enfermedad respiratoria! Cuando estamos hasta el cuello con la contaminación y el efecto invernadero; cuando nos sentimos asfixiados por el estrés del día a día en un mundo que nunca se detiene y que cada día exige y exige más. Al fin se nos ha dado un respiro. Ahora bien, claro que el mundo continúa, se sigue trabajando… Y para muchos de nosotros adaptarnos a estas nuevas condiciones ha sido de lo más estresante. Pero aún así y todo… Quiero aprovechar esta oportunidad, porque quizás nunca más vuelva a tener tanto tiempo como he tenido ahora.

Ahora bien, ojo, porque… también nos podemos ir para el otro extremo. Alguien dijo por ahí que si ahora que estábamos en cuarentena no hacíamos aquello que siempre habíamos dicho que haríamos cuando por fin tuviéramos tiempo, era porque sencillamente ya nunca lo haríamos. Que en realidad lo que nos faltaba no era tiempo, sino ganas. Y… Bueno es que ahí hay que entrar a desglosar esta frase también. Por un lado esta idea de que ahora tienes que hacer todo… Es demasiado exigente y puede crearte más angustia al auto-imponerte el tener que ser productivo/a.

Justo el día de ayer escuché la conferencia de una amiga que es Doctora en Psicología y estaba dando una charla sobre el Desafío que es para las Mujeres el conciliar el trabajo con la familia en tiempos de confinamiento. Y una de las cosas que dijo que más rescato es esto que tiende a pasar con la imagen de la «Multimujer,» la mujer que «hace magia» y logra ser demasiado productiva, logra hacerlo todo, pero generalmente a un coste muy grande. La imagen de la Malabarista, pero que en realidad tiene muy poco o nada de apoyo. Es vulnerable, está al borde de la caída, y en cualquier momento sufre un burnout o simplemente se insensibiliza. No dejemos que, porque ahora «tenemos tiempo» (algo muy debatible en todo caso), nos encarguemos de llenarlo de más cosas, de más metas, de más expectativas. Muchas veces los grandes estreses de nuestras vidas nos los autoimponemos nosotros mismos. Somos nuestros jueces más críticos.

Siendo estudiante de Pedagogía recuerdo que una profesora nos enseñó la diferencia entre el ser Eficaz y el ser Eficiente. Ser eficiente es saber optimizar los recursos para lograr algo sin malgastarlos. Ser eficaz es que ese logro realmente cumple su objetivo. Generalmente nosotros nos enfocamos en ser eficientes, pero rara vez somos eficaces.

En el Método Bullet Journal se habla mucho de eso. Hacer más no es mejor. De hecho deberíamos aspirar a hacer menos cosas. Pero que esas cosas realmente sean las que cuenten.

Marie Kondo dice que no podrás ordenar tus pertenencias hasta que no hayas tirado todo aquello que no te hace feliz. Sólo cuando te hayas desecho de todo aquello que no despierta felicidad en tu vida podrás disfrutar realmente de tus pertenencias, reconocerte en ellas y hasta descubrir qué es lo que realmente te apasiona.

En The Minimalist no hablan de tener menos cosas porque sí, hablan de vivir una vida intencionada en donde cada posesión, cada decisión en tu vida, cada objetivo, tenga un sentido para tí.

Y el secreto para lograr todo esto está… en conocerte. ¿Qué es lo que te hace feliz? ¿Qué es lo que entiendes por felicidad? Ya sabes, esas preguntas complicadas que tendemos a evitar porque son demasiado filosóficas y te da lata pensar porque es tarde y tienes otras cosas que hacer. Bueno, ha llegado el momento de enfrentarlas. Conócete a tí mismo. Sólo cuando lo hagas podrás empezar a planear todo lo demás. Sólo cuando tengas eso claro, lo demás cobrará sentido también.

Yo digo que esto me ha servido porque a pesar de que las condiciones externas han cambiado debido a la cuarentena, creo que he sabido aprovechar este tiempo en conocerme, descubrirme e ir poniendo en orden mis asuntos. Respetar mis tiempos, escuchar a mi cuerpo. Aceptar cuando está de ánimo y cuando no. Vivir el día a día. Aprovechar de estar con mi familia. Tratando de ser, hoy, la persona que quiero ser, a pesar de todo. Y quizás lo más importante es que al organizar mis metas he podido ir trabajando en los pequeños pasos que necesito para lograrlas. En lo que sea que pueda hacer, ahora, para avanzar en aquella dirección. Cada día un pequeño paso. Y eso me ha servido para sentir que a pesar de estar recluida, no estoy estancada. Veo una dirección de avance.

No por nada este año me tocará vivir dos Imbolc, jaja… La celebración pagana que cae entre el Solsticio de Invierno y el Equinoccio de Primavera, es el tiempo en que las semillas están todavía bajo tierra, pero ya comienzan a brotar. Es decir, todavía no puedes ver la flor, pero sabes que está echando raíces. Sabes que el invierno no puede durar para siempre…

Lo mismo pasa con nosotros. Este tiempo de cuarentena ha sido un tiempo de resguardarse. Quizás no es un tiempo de hacer más cosas, puede ser un tiempo para decir «No.» Pero tampoco es un tiempo de inacción. Es tiempo de introspección y de echar raíces. Como el bambú que durante los primeros 7 años no crece nada y luego se pega el estirón… Nosotros también necesitamos echar raíces. Y ningún árbol grande puede crecer sin raíces firmes.

Conocernos a nosotros mismos es la raíz principal (si es que no la semilla) a partir de la cual se engendra todo lo demás. Decir que no a lo que no necesitamos es como una poda, nos permite ahorrar energía y canalizarla hacia aquello que sí queremos.

Así que queridos míos, conózcanse, invítense una taza de té o de café y tengan una linda conversa. Escúchense, siéntanse. Reconozcan el cómo se sienten y cómo viven en el ahora. Y verán que todo lo demás se irá dando mucho más fácil. Y no importa en qué momento de tu vida estés o en qué estado estés, siempre es un buen momento para hacerlo.

«Cuando no se puede salir hacia afuera, sólo queda ir hacia adentro.»

En fin. Les quise compartir esta no-tan-pequeña reflexión por si acaso a alguien le podía ser de alguna ayuda. Demás está decir que esta es mi experiencia personal, pero… ¡Hey! Siento que las buenas ideas deben compartirse. Por lo mismo les recomiendo a todos los autores mencionados. He encontrado cosas muy interesantes en ellos. De momento, yo seguiré mi búsqueda. Esta es la Yo del hoy, quién sabe qué es lo que nos depara el futuro…

Canelones de Repollo Rellenos

Una alternativa sana y deliciosa. Yo, que soy fanática de la comida italiana, encontré esta variación que te permite seguir disfrutando de esos sabores deliciosos, pero evitando tanta masa. Tú bien puedes adaptarla a tus necesidades. Por ejemplo, puedes reemplazar la carne por carne de soja y así tienes una opción vegetariana.

Ingredientes:

  • Un repollo
  • 1 bandeja de carne molida (a mí me gusta con el menor % de grasa posible)
  • 1 cebolla
  • 2 dientes de ajo
  • 1/4 de pimentón
  • 1 taza de quinoa
  • 2 cucharadas de crema (o yogurt sin sabor)* opcional, es para darle textura al relleno.
  • 2 tarros de salsa de tomate
  • 1 bolsa de queso rallado
  • 1 caldo maggi de verdurassal y pimienta al gusto (así como otras especias de tu preferencia)
  • un poco de aceite de oliva
  • un poco de mantequilla para enmantequillar el molde

Preparación:

La parte más complicada es cortar el tallo, tan duro, del repollo haciéndole un corte diagonal hacia adentro, de modo que después te sea fácil liberar las hojas. Con un poco de práctica darás con la forma indicada. Deberás colocar el repollo en una olla lo bastante grande y llenarlo de agua hirviendo. Dejarlo así unos pocos minutos para que las hojas se vayan soltando y con ayuda de unas pinzas las vas sacando de una a una. ¡Cuidado porque estará caliente! Déjalas en un plato con delicadeza para que no se rompan.

Picar la cebolla, el ajo y el pimentón en cuadritos pequeñitos. En una sartén echar un poco de aceite de oliva y freír la cebolla con el ajo y el pimentón. Una vez que estén dorados agregar la carne molida. Aliñar a gusto con sal, pimienta y otras especias de tu gusto. Cocinar hasta que la carne quede bien cocida. Apagar el fuego y dejar reposar.

Aparte en una olla cocinar una taza de quinoa según las instrucciones del paquete (hay algunas que necesitan per-lavado, etc). La que yo usé venía lista y ocupaba dos tazas de agua hirviendo por una taza de quinoa. Mi secreto es que una de esas tazas de agua la aprovecho para disolver primero un cubo de caldo Maggi de verduras para que quede más sabroso. Tapar y dejar a fuego lento por unos veinte minutos. Una vez que se haya absorbido toda el agua, apagar.

Mezclar el «pino» (la carne) con la quinoa. Añadir dos cucharadas de crema (o yogurt sin sabor). Si te gusta más cremoso puedes incorporar más hasta tener la consistencia deseada.

Una vez tengamos listo el relleno deberemos tomar con cuidado cada hoja de repollo, le cortamos la parte más dura con un pequeño triángulo en su base, y comenzamos a rellenarla. Después, enrollamos la hoja, doblando los bordes hacia adentro, para que quede hecho el «canelón.» Repetir la operación las veces que sea necesario. Ir colocando los canelones en una fuente para horno previamente enmantequillada.

Una vez que la fuente ya esté completa con todos los canelones, aplicar la salsa de tomate encima. Yo puse dos tarros porque en realidad yo use un frasco grande de salsa que tenía en casa. Dependerá del tamaño de la fuente y de cuántos canelones sean la cantidad total de salsa que se usará. Por último esparcir el queso rallado por encima (dato: junto con el queso rallado a mí, en lo personal, me gusta agregarle trocitos de queso mantecoso también).

Colocar la fuente en el horno a 180º Celsius por un par de minutos hasta que el queso se haya derretido y dorado. Sacar del horno y servir de inmediato.

¡Ahí está! ¡Algo novedoso, espero lo disfruten! ¡De ahí me cuentan cómo les fue!

I want to ride my bicycle

Aventuras de «cleteo»

Hace un tiempo atrás hablé de esto es un Direct que hice a través de Instagram cuando estuve viviendo en Suecia. Pero es que todavía el tema me sigue rodando la cabeza y decidí dejarlo por escrito…

Así es, en Enero me fui a Suecia por dos meses (esto para que se entienda el contexto), me fui a una isla llamada Gotland, a una pequeña ciudad llamada Visby. Resultó ser que para poder moverme en mi día a día la mejor opción era la bicicleta. Al principio yo estaba aterrada porque 1) nunca había sido muy buena para andar en bici. Quizás cuando chica, como juego, iba a ciertos lugares seguros a dar un par de vueltas. Pero nunca lo había usado como medio de transporte tal cual. Muchos de mis conocidos aquí en Chile sí lo hacían, pero yo los encontraba súper aperrados. 2) Yo no tenía para nada la preparación física para hacerlo. Cualquiera que me conozca sabrá que soy pésima en ese sentido y estoy lejos de ser una atleta. Y 3) no estaba del todo segura, al estar en otro país no sabía cómo eran las reglas del tránsito o cómo era el tipo de relación que había entre los ciclistas y los automovilistas. Tenía miedo de meter las patas.

En total, como no quedaba de otra, me lancé. Primero me habían prestado una bici y luego ya pude comprarme la mía propia porque gracias a internet se hace muy fácil y barato adquirir una usada en buen estado.

Toda buena bici tiene que tener un nombre. A la mía le puse «Northern Star»

No voy a mentir, al principio me fue difícil. Para mí era súper estresante. Iba concentrada, apretada… ¡Y ni hablar del clima! Sí, yo fui en invierno a Escandinavia (porque soy súper inteligente) y me tocó salir y hacer mi vida con frío, viento, lluvia y nieve. Y aún así salía todos los días en mi buena bici… Pero de a poco le fui perdiendo el miedo, me empecé a acostumbrar, mi cuerpo se empezó a acostumbrar también y debo reconocer que hasta lo terminé disfrutando. Me encantaba salir en mi bici. Me hacía sentir libre. Es otro el contacto con la naturaleza y el ambiente que te rodea. Además que era todo más sencillo. Con el canasto me bastaba para hacer mis compras en el supermercado. No tenía qué ponerme a buscar estacionamiento. No me demoraba nada. Solo me subía a la bici, le sacaba el seguro y listo…

Si hay algo que me encantaba era arrancarme a los bosques que había cerca de donde vivía y sentir ese contacto con la naturaleza…

Quizás hay cosas que sabemos que son buenas, como andar en bicicleta, que entendemos la cantidad de beneficios que nos otorga (actividad física, salud mental, menos contaminación, más económico, etc), pero no las implementamos en nuestras vidas porque nos complicamos demasiado. Buscamos muchas excusas. Y finalmente eso es sólo un reflejo condicionado a nuestros miedos. ¿Me la podré? ¿Seré capaz? Hay que dar ese paso, salir de la zona de confort y atreverse. Yo tuve que hacerlo porque no me quedaba de otra. Pasé de ser un «poto con ruedas» (porque aquí en Chile usaba auto para todo), a ser una ciclista furiosa (jajaja bueno, quizás no tanto). Mi mayor logro fue cuando decidimos ir a visitar unos restos arqueológicos que estaban en un pueblito cercano y empacamos todo lo necesario para un día de picnic y partimos en nuestras bicis, con lluvia, a visitar el lugar. Aprovechamos de recorrer una playa cercana y unos riscos con una maravillosa vista. ¿El resultado total? Hicimos 45 kilómetros de bici en un día. Para mí eso fue más de lo que jamás creí que yo misma era capaz de hacer.

Nuestra aventura de 45 kms

El problema es el siguiente: al volver a Chile me habría gustado poder mantener una modalidad similar. Usar más la bici que tengo acá y no tanto el auto. El tema es que aunque quiera, hay bastantes factores que hacen que la realidad de Suecia sea muy distinta a la de Chile. Sí, hay muchos que usan la bici aquí. En sectores rurales se ha usado desde siempre y en las grandes ciudades como Santiago son cada vez más los que han optado por este medio debido a la gran cantidad de problemas que presenta la locomoción pública. Eso no quita que sean verdaderos valientes cuando se trata de tratar de moverse en Bici por este país. A continuación enumeraré alguno de esos puntos:

Un estacionamiento de bicis cualquiera. Este estaba junto a la calle de comercio. Pero se queda chico en comparación a las manzanas enteras que he visto en países como Alemania. En Europa la bicicleta es un medio de transporte súper común, tanto para jóvenes como para gente de la tercera edad y bajo todo tipo de climas.

-Bueno, partamos por lo más obvio. Suecia y Chile tienen geografías muy distintas. Suecia (y sobre todo Gotland) es mucho más plano. No tiene tantos cerros ni montañas. Andar en bici se hace mucho más fácil cuando no tienes que subir colinas tan empinadas como los cerros de Valparaíso.

-El clima no es excusa. El calor y el frío, la nieve o la lluvia, no son impedimentos. Pero sí es cierto que allá las calles están en mejor estado, por lo que no te topas con pozas, hoyos, o calles inundadas. También están tan acostumbrados a esos climas fríos que te topas con toda una variedad de productos para equiparte. Aquí en Chile me he topado con ciclistas que terminaron con un TEC y se los tuvieron que llevar en ambulancia por caerse en un hoyo. Y otros que la sacaron peor al caer en un hoyo y luego ser atropellados por un auto.

-Lo más importante es que una bici necesita por donde andar. Allá todo tiene ciclovía. TODO. Es maravilloso. Te puedes ir por al lado de la carretera y moverte de una ciudad a otra a través de la bici. Acá en Chile este ha sido probablemente EL GRAN TEMA. Y es que no hay por dónde andar. Salvo por una u otra ciclovía suelta por alguna ruta panorámica que no tiene principio ni fin y que son una verdadera burla porque hasta postes tienen en medio… No hay por dónde. Por la legislación actual en Chile la bicicleta se considera un vehículo, por lo que no puede ir por la vereda, que pertenece a los peatones. Sí o sí debe ir por la calzada. Y eso es prácticamente una condena a muerte. Esto nos lleva al siguiente punto:

-La relación conductor-ciclista. En Suecia están tan acostumbrados… todo el mundo anda en bici, scooter, en fin… Se respeta al ciclista (y el ciclista también conoce su lugar). El auto frena cuando tiene que frenar, guarda la distancia obligatoria, etc. Hasta los niños pequeños se van solos en sus bicicletas al colegio (yo estaría con ataque). De todos modos, insisto, parte de esta buena relación se debe a que cada uno tiene su pista, con sus señales éticas, sus semáforos, etc. ¡Ojo! También la relación peatón-ciclista. Allá la gente sabe que la ciclovía no es un lugar para pasear con el coche de guagua (pero es que si la vereda no está toda rota también es más fácil para el cochecito…)

-Nuevamente, las costumbres generan acciones. Como todo el mundo anda en bicicleta, en todos lados hay estacionamiento para ellas. Es fácil llegar y anclar tu bici, porque hay espacios para ello en todas partes. En serio, en todas. ¡Está repleto! En algunas partes incluso encontré unos estacionamientos que tenían unos «techitos» para el asiento, así si llovía o nevaba no tenías que sentarte en una silla toda mojada.

-La seguridad. No sólo basta con tener dónde dejar la bici. Es necesario saber, también, que cuando vuelvas estará ahí. Ahora, Suecia no es un lugar ideal, mágico y maravilloso donde nunca pasan cosas malas. De hecho a un amigo mío le habían robado su bici durante el verano anterior y parece que nunca la encontraron. Pero lo cierto es que esos casos son rarísimos. Aún así toda la gente se asegura de dejar su bici con un candado, pero es un candado que traba la rueda. La idea es que el que se la quiera llevar no la pueda usar, porque al parecer eso es lo más frecuente. Algún borrachito que no quiera caminar a su casa la va a tomar prestada y luego la dejará tirada. Si tu reportas la ausencia de tu bicicleta lo más probable es que la policía la encuentre en un par de días y la recuperes. Existe esa posibilidad. Acá en Chile tu tienes que amarrarla por completo a lo que sea que encuentres y aún así rogar para que cuando vuelvas todavía quede algo de ella. Algún pedazo de ella. Porque las desmantelan enteras, ¡ahí mismo! Y ni hablar de tratar de que se haga justicia… Y bueno, se trata de la seguridad en general. Tampoco tienes miedo de que te asalten con pistola para robarte la bicicleta. No digo de que esas cosas no pasen, deben haber casos, pero no es lo que la gente tiene en mente cada vez que sale a la calle.

-Y en esa misma línea, sobre todo si eres mujer (como yo), tampoco tienes la sensación de que todo el mundo te anda mirando el trasero o de que puede venir cualquiera y agarrarte el culo. Sí, existe ese respeto, cosa que aquí no.

-Practicidad: Allá la bicicleta se asume como otro medio de transporte más, por lo que se vela la conectividad. Hay opciones para quienes viajan con sus bicicletas en trenes o en barcos. Aquí recién se está intentando implementar algo de eso, como para que uno pueda subirse con la bici al Metrotren de Valpo… Pero no funciona del todo bien.

-Perros. Allá en Suecia las leyes sobre tenencia responsable son súper claras. Por lo mismo no hay perros callejeros. Acá en Chile está repleto. Aparte de pasar miedo pensando en que no me vayan a atropellar, tengo que andar pendiente de que no me salga un perro y me intente morder las piernas. Conversando con una alemana, me contaba que allá en su tierra ella solía hacer mucho ejercicio y salía a correr y andar en bici. Acá en Chile había intentado hacer lo mismo pero finalmente desistió: entre los perros, los autos y la delincuencia… Se rindió después de un tiempo.

-Otro factor, no menor, son las distancias. En la ciudad en que vivía yo las cosas no quedaban tan lejos unas de otras. Era más bien pequeña. Quizás por eso… Pero más allá del tamaño de la ciudad en sí, eran los círculos en que se movía la gente. Tienes el colegio, el hospital, el supermercado y las tiendas básicas cerca. Lo mismo el trabajo (a menos que sea algo muy específico). Pero en general la gente se organiza bien por barrio y no hace falta cruzar absolutamente toda la ciudad en un viaje de tres horas para llegar al colegio o al trabajo. Si vives más cerca, entonces la bici es una buena alternativa.

Manejando bajo la nieve, de noche, ¿cuál es el problema?

Bueno, esos son algunos de los puntos que me parecen más destacables, los más importantes. ¿Por qué se los comento? No se trata de idealizar a un país mostrando lo avanzados que están… No. Se trata de que si nos vamos a comparar con países del orden «primer-mundista,» comparémonos bien. ¡Cuántas veces he escuchado «deberíamos usar más la bicicleta como medio de transporte!» Y sí, deberíamos, totalmente. Yo apoyo esa idea. Pero si realmente queremos apuntar en esa dirección, son muchos los factores que debemos considerar. No basta con sólo copiar las buenas ideas, sino que también entender por qué algunas cosas son posibles y otras todavía requieren solución. Si no resolvemos estos factores sólo vamos a hacer que el objetivo final no se cumpla o se cumpla mal. Sé que hay varios que se han movido por potenciar el uso de la bicicleta como medio de transporte. Movimientos como los Furiosos Ciclistas se encuentran constantemente difundiendo información importante sobre cómo lograr una relación vial sana y segura, promoviendo la circulación y la manutención de forma responsable, etc. Pero lamentablemente todavía aquí ser un ciclista cuidadoso y responsable no es sinónimo de estar seguro. Si cada día más y más tomamos consciencia y hacemos presión, quizás podamos lograr 1) concientizar y 2) lograr mejoras.

Esta es mi Bici aquí en Chile. Me ha acompañado varios años ya. Mi fiel «Thistle» (así se llama).

Para finalizar sólo les dejo algunas curiosidades extra sobre mi experiencia andando en bici allá en Suecia:

-En Suecia no es obligatorio el uso de casco, en Chile sí (lo cual quizás a muchos no les guste por no ser tan cómodo o estético, pero sí es muchísimo más seguro andar con casco).

-Durante el invierno allá se oscurece muchísimo más temprano. En algunos lugares más al norte casi ni sale el sol. Esto hace que toda la gente ande siempre con elementos reflectantes: desde colgantes en las chaquetas, tiras en la mochila o chalecos reflectantes. ¡Hasta las mascotas salen con sus lucecitas a pasear! ¿Y saben qué? ¡Son muy útiles! Ni se imaginan la de veces que estuve a punto de chocar con otras bicis o con personas porque la oscuridad es tal que no se ven. Y eso que mi bici tenía un tremendo foco que se cargaba vía USB. Allá es obligación que las bicicletas tengan luces adelante y rojas atrás.

-Por el mismo tema de la oscuridad, debo admitir que daba lo mismo entre salir a las 5 de la tarde o a las 5 de la madrugada. La oscuridad y el frío serían iguales. En general la gente no sale mucho en esa época, así que la soledad de las calles también sería más o menos la misma.

-No hay nada peor que pedalear con el viento tan fuerte, tan fuerte, que te bote de la bici. Si ahora a eso le sumas ir en subida. Olvídalo. Jajaja… Pero sí, se puede.

-¡Ah! ¡Esto fue todo un descubrimiento para mí! Acá en Chile nosotros solemos tener dos frenos: en una mano el de la rueda delantera y en la otra la trasera. ¡Allá no! Lo habitual es tener en una mano el freno delantero y el freno trasero se acciona con los pedales al pedalear hacia atrás. Por lo mismo me era tan extraño al principio empezar a pedalear, porque por el sistema no podía simplemente subir el pedal como suelo hacerlo acá en Chile. Jaja…

-Venden cubre asientos para que cuando te estaciones bajo la lluvia éste no se moje. Algunos son de lana de ovejita para que al sentarse sea más blandito y calentito. :B

-También existen todo tipo de asientos para bebés y carritos en donde puedes llevar varios niños juntos. Incluso este tipo de carritos tiene un estacionamiento especial en el estacionamiento de bicicletas del supermercado. La gente de la tercera edad usa unos carritos eléctricos, así que se mueven súper independientemente. Aún así varias veces vi gente de la tercera edad andando en bicicleta y ciertamente me pateaban el trasero. XD

En fin, eso es lo que se me ocurre por ahora. Quizás le vaya agregando cosas si me acuerdo de algo por ahí. Insisto, yo estoy lejos de ser una experta en bicicletas. Con suerte puedo pasar un cambio. Pero le he agarrado el gustito y sé que hay varios como yo que con algo de ayuda podemos ir metiéndonos más y más en este fascinante mundo.

Ya, me lo saqué de encima. Me desahogué. Jajaja… ¡Por más bicis y menos autos en la vía pública!

«An Outdoor Lifestyle»

Hay todo un mundo allá afuera…

Vista desde las dunas de Concón

«Not all who wander are lost»

J.R.R.Tolkien

Ok, no soy la chica más outdoor del universo. Debo decir que no soy siquiera la mitad de Outdoor de lo que me gustaría ser. Así que tenía mis reparos al momento de escribir esta entrada. Pensaba… ¿Cómo voy a escribir sobre esto si claramente no soy la mayor autoridad en la materia? No soy como esas chicas todo terreno que se ven en las propagandas de las tiendas, haciendo trekking y escalada, subiendo montañas y buceando en el sudeste asiático. Pero… ¡Es que me gusta tanto la naturaleza! ¡Y sentía la necesidad de escribir sobre ello! Así que me puse a buscar imágenes de algunas de mis actividades al aire libre (dejando un poco de lado los anglicismos) y me encontré con tal cantidad de material que me di cuenta… Sí, ¡la verdad es que sí hago un montón de cosas al aire libre! Yo solía pensar que había salido un par de veces, pero al ver la tremenda carpeta que había armado me di cuenta de que había algo más…

Chiloé, cerca del Museo de Arte Contemporáneo

No les voy a mentir, yo he tenido muchos privilegios. Ahora mismo tengo el privilegio de poder estar sana y salva en mi casita con mi familia. Durante la pandemia todavía cuento con un sueldo fijo gracias al teletrabajo y eso me ha permitido disfrutar este momento con mis seres queridos, dedicándome a mis proyectos. Por eso no podría decir que estos tiempos hayan sido angustiantes (pero comprendo totalmente por qué para otros sí lo son). Sin embargo hay una cosa que extraño al estar día tras día encerrada aquí y curiosamente no son las personas y ni las actividades… Lo que más extraño es la naturaleza. Se los juro. En estos momentos mataría por irme de camping o un día de excursión intentando subir un cerro. Echo tanto de menos ese sentimiento de infinidad, de paz, de desafío, de desconexión y desintoxicación…

Jardín Botánico de la Universidad Austral, Valdivia

Cualquiera que me conozca sabrá que no soy la persona más deportista que exista. Y si alguien me conoció desde el colegio probablemente aun recuerde la cantidad de quejas que manifestaba durante la clase de gimnasia. Yo soy pésima para hacer ejercicio y mantenerme en forma. Redondo es una forma. Yo soy del tipo bultito enrollado en mantita. Sin embargo, cuando estaba en 4º básico, tuve una profesora de gimnasia tan bkn, tan chora… la Helga. Recuerdo que ella era genial porque sabia que todos los niños éramos distintos y teníamos distintas habilidades. Yo, claramente, jamás sería capaz de correr más rápido que mis compañeros y el intentar trepar por la cuerda o hacer la invertida no eran más que momentos de frustración para mí. Sin embargo ella descubrió el potencial que yo tenía para el lanzamiento. Y ella fue la que me recomendó que me inscribiera en la extraprogramática que en ese entonces el colegio tenía de Excursionismo. En esos instantes no lo sabía, pero eso me cambió la vida.

Esa soy yo… Otoño en el Cerro el Roble, debo haber tenido 10 años…

Dos veces al mes, domingo por medio, en vez de quedarnos flojeando, nos levantábamos temprano y nos calzábamos unos tremendos bototos, cargábamos las mochilas con botellas de agua, sándwiches y huevos duros y a las 9 am. estábamos todos en la puerta del colegio subiéndonos al bus que nos acercaría a nuestra próxima aventura. ¡Era demasiado entretenido! Conocimos gran parte de la región, desde las dunas y playas, hasta los cerros y bosques. Aprendimos sobre la flora y fauna, incluso en algunas ocasiones nos acompañó el famoso botánico alemán Otto Zöllner Schorr; llevábamos un cuaderno donde anotábamos lo aprendido… La Helga, me acuerdo, incluso armaba canopys improvisados para sortear algunas dificultades del territorio o sólo por diversión para deslizarnos por alguna tirolesa. Otra veces nos enseñaba a dejar señales en el camino: nos dividía en dos grupos y uno tenía que encontrar al otro siguiendo los rastros. No éramos scouts ni nada por el estilo. Sólo éramos un puñado de niños chicos correteando por el cerro. Yo debo haber tenido como diez años sino menos. ¡Imagínense algo así hoy en día! ¡La responsabilidad! Pero es que yo creo que eso nos falta hoy en día… Que los niños salgan a ensuciarse más, vayan al cerro a jugar con tierra (de forma responsable, si po).

Y ahí estaba yo’po subida a una torre de vigía forestal… ¿Qué tal?

Si hasta mi mamá se animó a acompañarnos. Ella, con algo de sobrepeso debo admitir y asmática, pensaba que no se la iba a poder. Al final fue la que más se entusiasmó. Dijo que el hacer ejercicio la ayudó a soltar el cuerpo, a volverse más activa y sentir menos dolor. Y el aire puro la ayudó y en todo ese año no tuvo ninguna crisis. Al bajar el cerro la Helga le decía: «Tienes que soltar el cuerpo, baja suelta, como una garrota.»

Cumbre Cerro el Roble. Con mi mami… El hermano de una amiga se cruzó XD

Al llegar a la casa llegábamos todos molidos, sin poder mover un dedo. Los pies llenos de ampollas… Nos dábamos una tina caliente y nos acostábamos exhaustas, listas para empezar al día siguiente la semana. Pero son nuestros mejores recuerdos.

Pozas de Colliguay, en esa época había agua. ¿Pueden encontrarnos a mi mamá y a mí?

Después, durante la adolescencia, me inscribieron en el Lager (Campo), que era un campamento de la Liga Chileno-Alemana para jóvenes de los Colegios Alemanes de todo Chile. ¡Era lo más entretenido de la vida! Yo lo pasaba súper. Dormíamos en carpas por dos semanas, acampando junto al lago Lanalhue. Nos bañábamos en ese mismo lago. El retrete era apenas un hoyo en la tierra. En la noche hacíamos juegos con linternas en el cerro. Entre todos cocinábamos y realizábamos toda clase de actividades: construíamos cosas, hacíamos competencias, nos bañábamos en la playa… Les encargo el piñón (la capa de tierra) con la que llegábamos a la casa después de esas dos semanas.

Era más un leseo adolescente… Sin embargo hay cosas que no puedo olvidar, como la sensación de vestirme con ropa abrigada después de haberme bañado en el lago a las 9 am, y sentarme con mi taza de chocolate caliente en la fría playa de piedras a contemplar la tranquilidad de las aguas y los cisnes a la distancia. Ese momento no tiene precio. De igual forma, nunca vi un cielo más estrellado que el de esas noches… Nada que ver con el de las ciudades…

Vista desde el Cerro del Lager, atrás se alcanza a ver el Lago Lanalhue.
Nuestra carpa ese año jajaja…

Yo creo que todas esas situaciones me marcaron en cierta forma. Hacía ejercicio sin darme cuenta. Pero no es sólo eso. Cambió también mi forma de relacionarme con la naturaleza. Simplemente me fascina. Me siento tan cómoda ahí. Me siento en paz y cada vez que la visito me siento renovada de energías.

Mi mamá y yo en una cabalgata en Villarrica. Era la primera vez que me subía a un caballo y estaba muy asustada. Creo que lloré la mitad del paseo jajaja.

Otro factor importante fue que a mi madre siempre le interesó mucho la naturaleza. No sólo fui afortunada creciendo en una casa con harto patio (una casa quinta). [Quizás por eso yo creo que sentiría claustrofobia en un departamento… No sé…] Sino que a ella de verdad le interesaba el tema. Se unió a un club de flores y jardines y se preocupó de tener la huerta en casa… Y cuando pudimos darnos el lujo de viajar íbamos al sur, que ambas amamos, y ella hablaba con todos los que pudiera sobre las plantas y volvíamos con el auto cargado de árboles autóctonos. En casa ella tiene todos los libros sobre flora nativa, dividida por zonas y sabe reconocer los distintos tipos de maderas, tierras, etc. Cuando creces en un entorno así también valoras de forma distinta la naturaleza que te rodea. No son sólo «la planta esa», sabes qué es un coihue o un arrayán, un boldo o un litre o una palma chilena… Cuando conoces, te importa. Cuando te importa, lo cuidas.

Visitando cuevas volcánicas en Villarrica.

Y bueno, esta sensación de tener que buscar esa «libertad» simplemente se ha mantenido a lo largo de mi vida. Cada vez que he podido he intentado irme de vacaciones a algún lugar en el que pueda tener este tipo de contacto con la naturaleza. No sé explicarlo. Para mí es simplemente una necesidad… Sin mencionar que te da una perspectiva única de tu propio país.

Otro de mis mejores recuerdos fue cuando una muy buena amiga mía me invitaba a pasar las vacaciones con ella… Una vez nos fuimos con su familia a el Quisco en su combi VolksWagen que estaba habilitada como casa rodante y ¡recuerdo cómo el techo se desplegaba para convertirse en cama! ¡Amaba ese auto! ¡Fue demasiado genial!

En otra oportunidad me invitó al sur, a la casa de una de sus tías, cerca de Concepción. ¡El lugar era un sueño! Perdido en mitad de la nada debíamos subir el cerro para obtener algo de recepción… esquivando arañas pollito y espinas de rosa moqueta (pero comiéndonos todas las moras en el camino). La luz en ese lugar era maravilloso. Un paisaje de ensueño… Rodeados por un bosque de copihues, en las noches se escuchaban los zorros y las lechuzas…

Ahora ¡Ojo! Yo sé que todo esto se debe casi que exclusivamente a puros privilegios. No cualquiera puede tener el lujo de tener una casa propia, ni hablar del patio o de vacaciones… Quizás (y no sería raro) que sus colegios no contaran con ese tipo de actividades… excursiones, campamentos… Y ¿saben qué? ¡Es una lástima! Debería ser un pilar básico de nuestra educación enseñar a los niños a relacionarse con el medio ambiente. Por ahí leí una vez que había estudios en donde los chicos en Estados Unidos podían identificar fácilmente más de 20 logos de marcas, pero no 20 especies nativas de flora y fauna. ¡No puede ser! ¡Más naturaleza y menos pantallas! Si vemos lo que se ha avanzado en educación en países como Alemania o ciertos países escandinavos veremos que cada vez más se refuerza la idea de sacar a los niños del aula y llevarlos al encuentro con la naturaleza. Ahí, a partir de problemáticas concretas se pueden ir desprendiendo los contenidos como la matemática, la física, la biología… Pero siempre aplicada. Es mentira eso de que la realidad esta divida en asignaturas. Estoy segura que si los niños fueran criados en un ambiente menos tóxico (ni hablar de la contaminación en lugares como Santiago o Puchuncaví y Quintero) y en vez de eso se relacionaran más con el medio ambiente nuestra forma de entender las cosas sería muy distinto.

Eso es un poco de lo que yo misma he intentado, dentro de lo posible, hacer con mi hijo. Cada vez que puedo intento llevarlo a alguna parte… Al jardín botánico… al cerro… al bosque… lo que tenga a la mano… Un día de paseo, un picnic. Nada elaborado. Dejarlo que corra un rato libre… Que use su imaginación, que observe, que descubra, que conecte. Y que de eso que salgan las conversaciones y lecciones que tengan que salir.

¡A la aventura!

Parte del problema radica en que, nos guste o no, el estilo de vida outdoor por muy «natural» que se pinte, es un medio más de consumo. Quizás por eso yo tenía mis reparos de escribir este texto (que bien largo que me viene saliendo ya), pero es que… Sí. Cada vez más la gente está optando por invertir en experiencias en vez de productos, objetos. Eso me parece súper. Yo también estoy intentando hacer eso. Creo que es mucho más rico un recuerdo, una vivencia, que un objeto con obsolencia incorporada. Pero no nos olvidemos que el turismo, las tiendas de ropa diseñada con tecnología de punta, los accesos a los parques naturales, etc… son también parte del mercado. No puede ser que aparte ya de tener una sociedad tan desigual, el acceso a la naturaleza sea otro privilegio más de las clases más acomodadas. Y es más triste todavía cuando vemos que en este país (Chile) todo es privado. En otros países existe el «allemansrätten» que es un derecho que todos tienen para circular a través del territorio, acampar y hacer uso de ciertos recursos, siempre y cuando sigan ciertas condiciones mínimas (como no dañar la tierra de cultivos, cosechar cultivos ajenos, estar menos de ciertos metros de una casa particular, dañar el medio ambiente, etc). Es un derecho muy preciado para ellos y podemos ver entonces por qué en tantos países crece esto del excursionismo o es parte tan intrínseca de sus culturas. En cambio, aquí en Chile todo esta cubierto de alambre de púas, no se cuida, se llena de basura, perros abandonados o hay quienes intentan apropiárselo (recordemos el famoso caso del acceso a las playas de los lagos).

A pesar de todo yo he intentado que eso no sea un impedimento para lograr mi tan querida búsqueda de lo natural. Quizás ese es el verdadero propósito de este post. Decirles que a pesar de todo sí se puede. No hace falta tener plata y comprarse un montón de equipo o pegarse unas vacaciones caras o salir del país incluso, para lograr ese contacto con la naturaleza. A pesar de mi escaso tiempo libre yo intento, cada vez que puedo, pegarme una arrancada a la playa… al bosque… al cerro… al jardín botánico…O donde sea. Por aquí cerca… con lo que tenga. En lo único en que invertí bien realmente fue en unos buenos bototos. El resto… unos pantalones militares que compré en el persa del Biobio y que me sirven para andar en la tierra y hasta para jardinería. La mochila que sea, un jockey cualquiera, una botella de agua, bloqueador y estamos…

Una de las principales excusas para no hacerlo es decir que no tenía tiempo. Y claro, eso es complejo, porque tenemos vidas siempre tan ocupadas. Pero uno sí puede organizarse y despejarse un par de fines de semana al año (en tiempos pre pandemia al menos jajaja). Otro factor clave es que yo no me consideraba especializada en la materia. En realidad yo no sé mucho de camping o de trekking y me daba miedo hacerlo sola (ni hablar). Pero de a poco he ido encontrando amigos que apañan o que tienen un poco más de experiencia o por último vamos aprendiendo juntos. No hace falta planificar subir el Everest. Una simple caminata por la playa puede servir… Eso igual es entretenido. A veces es hacer lo mismo que uno hace (juntarse con tus amigos de siempre), pero cambias el lugar. En vez de ir a comer una pizza, ¿por qué no hacemos un picnic? Te sorprenderías, hay quienes sí prenden con la idea.

Aparte, ¿díganme si acaso nunca han experimentado la magia de estar todos juntos alrededor de una fogata? El fuego convoca. El fuego es, literalmente: el hogar. Los vínculos que se forjan al compartir una fogata son eternos, por muy fugaces que puedan parecer… Siempre es rico eso… el encuentro con el otro. Hola, tú. Te veo, te reconozco, te valoro. El compartir…

Lo que no tenemos que olvidar es que la naturaleza es muy sabia. Siempre ha estado y siempre estará. Depende de nosotros acercarnos a ella y conocerla. Definir cómo nos relacionaremos con ella. No somos nosotros quienes la debemos cuidar. Ella siempre se ha cuidado por su cuenta, se autorregula sola. Lo que tenemos que hacer es no perjudicarnos a nosotros mismos al dañarla a ella. Si nosotros desaparecemos, ella seguirá estando ahí. Todo lo que nos rodea es naturaleza. Somos sus «hijos,» sus «arrendatarios.» ¡Es tanto lo que podemos aprender de ella! Cada día sigue enseñándonos, cada día continuamos descubriendo… Desde ciencia hasta fe… Desde lo micro a lo macro… Debemos salir a su encuentro…

La luna llena brillaba mágica sobre nuestro camping en Colliguay

En fin, este post me quedó un poco largo… La idea no es alardear de todas mis experiencias, pero sí quería compartirlas… Principalmente porque 1) estoy increíblemente nostálgica por querer salir en estos momentos y 2) porque en una de esas logro contagiarles parte de mis deseos y quizás se motiven a realizar esa escapada que siempre les ha rondado la cabeza y que nunca se han atrevido. ¡Denle no más! ¡No digo que sea irresponsable! Prepárese como corresponda. Investigue… Sobre todo con gente que sepa más del tema. A la naturaleza también hay que tenerle harto respeto. Pero por otro lado también dejemos de buscar excusas. El tiempo es lo único que no podemos recuperar. Y creo que después de que pase esta pandemia ya habremos gastado demasiado tiempo de nuestras vidas encerrados. Sería bueno salir un poquito, de forma responsable. Aprovechemos este tiempo de invernar, de reflexionar… A veces las cosas que posponemos son las más importantes. Y así, cuando llegue el día, podremos abrir nuestras alitas y echarnos a volar…

Tronco de Yule

En honor al solsticio de Invierno aquí les dejo mi receta de Tronco de Yule, ¡una deliciosa tradición!

Para la Masa:

  • 6 huevos
  • 3/4 taza de azúcar
  • 1/4 taza de harina corriente
  • 1/4 taza de chocolate en polvo (amargo)
  • aceite vegetal para la bandeja

Para el Relleno:

  • 1 taza de crema batida bien fría
  • 3 cucharadas de azúcar
  • 2 cucharadas de chocolate en polvo
  • 1 cucharadita de esencia de vainilla
  • Decoraciones varias.

Instrucciones:

Para la masa separa la clara de los huevos. Bates las claras a nieve y le agregas el azúcar. Aparte bates las yemas hasta que queden pálidas y a continuación las juntas con la nieve, pero no lo batas a máquina, hazlo con espátula, cuidando de que no se baje. Agrega la harina y el chocolate en polvo y revuelves bien. En una bandeja del horno colocas un papel mantequilla y lo pintas bien con bastante aceite vegetal para evitar que se vaya a pegar. Vierte la masa encima y lo metes al horno a 180 grados C por unos… 10 minutos aproximadamente. Lo sacas y debes esperar a que se enfríe.

Para el relleno deberás batir la crema que debe de estar bien fría, pero debes tener cuidado al batirla para que no se te corte y se vuelva mantequilla. Agrega el resto de los ingredientes y revuélvelo hasta que quede homogéneo.

Armado: Una vez que el bizcocho esté frio, aplicas una capa delgada de crema y lo enrollas despegando el papel. Colócalo en un plato. Finalmente lo cubres con la crema sobrante y lo decoras para que parezca madera (yo uso un tenedor para rasguñar la crema y hacerle los efectos). Agrégale los adornos que prefieras. Recuerda dejarlo en el frío hasta servir, porque es crema.

Eso es todo, espero que lo disfruten. Ideal para acompañar con un rico chocolate caliente o un vinito navegado. ¡Qué tengan un bello Solsticio! ¡Feliz Yule!