La Navidad en tiempos del Coronavirus

I’m dreaming of a white Christmas

Just like the ones I used to know…

¿Sabían que esta canción escrita por Irving Berlin y hecha famosa por Bing Crosby, se dice que fue escrita cerca de 1940? Así es, en plena Segunda Guerra Mundial… Tiene mucho sentido y entiendes por qué se volvió tan popular. A diferencia de canciones religiosas como «Oh Come, All Ye Faithfull» o más victorianas como «Jingle Bells» puedes imaginarte a un pobre soldado tratando de buscar cobijo en medio de una trinchera, bajo el frío invierno europeo… soñando con la Navidad… como «aquellas que solía conocer…»

Lo sé, empecé mi texto de forma súper motivadora, jajaja…

Con todo el amor que profeso por Halloween, ya me costó bastante aceptar que debo dejarlo ir, pero más me costó aceptar que inmediatamente todos empezaran a hablar de Navidad. Francamente encuentro obsceno que desde hace un par de años recientemente el Viejito Pascuero ya estuviera conviviendo con mis calabazas en el supermercado aún a mediados de octubre. ¡Pues ni modo! Si todo el mundo ya lo hacía, no podía quedarme yo afuera. Después sería demasiado tarde y realmente me interesa que haya al menos una o dos personas que alcanzaran a leer, lo que tengo para decir.

¿Por qué comencé hablando de «A White Christmas»? Porque mi punto es… que esta no es la peor Navidad que hayamos tenido en la historia de la humanidad. Las han habido mucho peores antes y hemos salido de ello. Y sin embargo, pareciera ser que los seres humanos seguimos necesitando de estas tragedias para recordar lo que es realmente importante.

Lo que voy a decirles no es para nada una novedad. Probablemente lo han oído multitud de veces. Y sé lo que están pensando: ¿No que tu eras pagana? Pues sí, aún así amo la Navidad como festividad (siempre es buena excusa para comer galletitas de especias y pan de pascua) y ya me he visto tantas comedias románticas navideñas que ya creo ser una experta en lo que se refiere al «Verdadero Sentido de la Navidad.» Y es de ello de lo que quiero hablarles.

No voy a negar que este ha sido un año difícil. Entonces, no lo hagamos más difícil.

Hoy, más que nunca, la gente debería entender (si es que no la gran mayoría debería de hacer lo mismo incluso) que decidimos hacer un cambio en nuestras conductas. Generalmente llegamos a fin de año completamente estrésalos, agobiados no sólo por lo que se refiere al cierre de un ciclo en lo académico y/o profesional, que siempre es complejo… Sino que además nos llenamos de obligaciones que… ¡no son tales! Es increíble pero es cierto. ¡Está todo en nuestra mente! Y por lo mismo somos capaces de cambiar eso.

De pequeña tengo varios recuerdos lindos celebrando la navidad en familia. Pero uno que otro por ahí escondido debe de ser de mi mamá muy estresada, al punto de terminar retándome o peliándonos por alguna tontera. ¿Qué era lo que la estresaba? Que la casa no estaba limpia para las visitas (la familia), que no había alcanzado a hacer todas las galletas (siendo que ya teníamos muchas), que todavía le faltaban comprar regalos (para gente con la que se sentía obligada), porque ya era estresante andar bajo el sol de diciembre de tienda en tienda, haciendo colas, buscando papel de regalo, etc.

¿Valía esto la pena? ¿Lo vale hoy? ¿En pleno 2020 con CoronaVirus incluido?

Según cómo yo lo veo hay varias cosas, sencillas y para nada complicadas, que podemos hacer para mejorar nuestra Navidad este fin de año. Son recomendaciones y se las doy con mucho cariño. Creo, realmente, que este 2020 es la oportunidad de reorganizar nuestras prioridades y la Navidad es el mejor ejemplo.

A continuación mi pequeña lista de recomendaciones:

1-Seleccione a quién le hará regalos. Y de verdad, hágalo a consciencia. Todos somos felices al saber qué hacemos feliz a alguien. Pero tampoco es nuestra responsabilidad hacer felices a todo el mundo. Además, seamos honestos… Un regalo genérico hecho por obligación a un total desconocido tampoco es que vaya a mejorarle mucho la vida a la otra persona. Dicen por ahí que la navidad es para los niños, generalmente sí. Pero también entiendo que hayan otras personas, valiosas para uno, a los que uno quiera demostrarles que se acordó de ellos o alguna persona que realmente necesita ayuda y la Navidad nos da la excusa perfecta para darle eso que tanto necesitaba. Seleccionemos. Tendemos a seleccionar cuando se trata de nuestro dinero, pero no seleccionamos cuando se trata de nuestro tiempo y dedicación, nuestra energía. Seamos cuidadosos con ella. Démosela a quienes sí la sepan apreciar.

2- Seleccione qué regalar. Todos buscamos el regalo perfecto para persona especial. Pero, ¿necesita realmente esa persona más cosas? A menos que necesite algo muy específico (y seamos realmente capaces de dárselo), quizás una «cosa» no sea la mejor opción. Hay otras cosas que podemos regalar. No sólo objetos. Podemos regalar tiempo, podemos regalar experiencias. Recuerden lo que toda película Disney siempre nos ha enseñado. Lo importante son los gestos. Por supuesto que si le regalan la última Play Station estará saltando en una pata, pero no subestimes el poder de una tarjeta hecha a mano, unas galletitas horneadas en casa, una manualidad sacada de Pinterest (aunque no seas un niño de 5 años). Lo que importa es decir: Me acordé de ti, me importas. No tengas miedo de que tus aptitudes artísticas no sean las mejores. O incluso, aunque estemos distanciados y no podamos hacer las cosas presenciales, hoy en día hay tanto que se puede hacer por videollamada, juegos, actividades, adivinanzas, mímica, karaoke. Hay cosas que son caras, pero hay algo que es invaluable: el tiempo. Si regalas tu tiempo, te aseguro que es lo más valioso que tienes para dar. Hay familias que incluso conversan esto y se ponen de acuerdo: hacen un amigo secreto o deciden que sólo se darán un regalo o se ponen un tope de precios. Insisto, ha sido un año duro y sobre todo en lo económico. La gente que te quiere debería de entender eso y no pedirte que te endeudes con créditos y tarjetas para demostrar cuánto te importan.

3- Compre con consciencia. Si de todos modos llegamos al punto en que es necesario comprar, hazlo con consciencia, de forma informada. Busca apoyar a pequeños emprendedores, a artesanos, a quienes hacen matuteo. Si vas a comprar en tiendas un poco más grandes, busca que sean al menos productos nacionales. No apoyes las tiendas en que sabes que existen malas prácticas profesionales o que abusan de sus empleados. Si es posible, apoyar también a aquellos que tienen políticas de cuidado y preservación del medio ambiente, auto-sustentables, sin empaques o sin plásticos de un sólo uso (hoy en día existen tantas alternativas, incluso envolver los regalos en diarios o revistas o hacer papeles entretenidos caseros), que disminuyen su huella de agua o de emisiones de carbono… Si son productos de belleza verifica que sean Cruelty Free. Hay tanto por aprender del slow fashion, por ejemplo, es cosa de investigar. Hay tiendas de ropa usada o incluso puedes revisar entre tus propias pertenencias en búsqueda de prendas u objetos que estén buenos pero que no vayas a usar. ¡Que no te de pena regalar algo usado! No sólo dicen que la basura de unos es el tesoro de otros, sino que el Vintage están IN. Por último busca objetos con sentido. Hubo un año en que con mi ex decidimos que todos los regalos que haríamos durante ese año serían libros. Aunque quienes los recibieran no fueran ávidos lectores, sabíamos que estábamos regalando cultura, ideas, arte. Obviamente los libros son caros, así que muchas veces tuvimos que bucear en tiendas de libros usados, pero fue entretenido. Lo genial era salir de nuestra zona de confort y buscar aquello que más podría gustarle a la otra persona. Y es que ese es el verdadero punto. Pensar en la otra persona, no en uno. Otro buena idea son plantitas, cactus y suculentas y la otra persona no tiene mucha experiencia cuidando plantas, o semillas, patillas y almácigos, son siempre bienvenidos.

4- El Fantasma de la Navidad Presente. Si alguna vez vieron «Un Cuento de Navidad» entonces se acordarán que el Fantasma de la Navidad Presente era el más gordinflón de todos y traía consigo un tremendo banquete. Generalmente asociamos a esta época como una de fiesta, de comida y bebida. ¡Cómo si el mundo se fuera acabar! Yo no soy quién para decirte cómo hacer las cosas, no juzgaré. Pero te haré las siguientes preguntas ¿Vas a tener un salón lleno de invitados que impresionar este año? ¿O sólo serán unos pocos, los más cercanos? ¿Quieres pasarte todo el día en la cocina estresad@? ¿Quieres comer hasta reventar y luego sentirte mal? (Te recuerdo que en estos momentos no es conveniente ir al hospital). Si ya te vas preparando mentalmente para la cantidad de personas que celebrarán Navidad en tu casa este año, te sugiero que no te angusties. Desde ya anda viendo ideas de cosas que puedas preparar ese día y apenas pueda compra los ingredientes que necesites con anticipación, cosa de que no andes vuelto loco a última hora. Pero intenta buscar recetas que sepas que no te van a complicar la vida, la idea es que puedas disfrutar de ese día. También, puedes convertir la preparación de esa cena en un evento en el que todos los integrantes de la familia pueden participar. No es justo dejarle toda la pega a una sola persona. Y pueden compartir en familia cocinando algo entre todos. Entiendo que es la época de disfrutar sin culpas, o que pueden tener tradiciones muy arraigadas, pero tampoco es malo contemplar otras opciones. Recetas más sencillas o más saludables… Insisto, no hay nadie a quien impresionar.

4. Trabaje la espiritualidad: Entiendo el significado que tiene la Navidad para los cristianos y sin embargo rara vez la veo realmente ahí. No digo que no exista, pero es que a veces tanto glitter y lentejuela la hace menos visible. Ni hablar de los monos de nieve de plástico y los pobres viejos Pascuero derritiéndose bajo los 30 grados del sol de diciembre. Es curioso porque la gran mayoría de lo que asociamos a la Navidad es muy reciente y entró con el consumismo de los últimos 40 años, como mucho. Vean cómo se celebrara en Chile la Navidad a principios del siglo XX o en épocas pasadas y era muy distinto. Mucho más religioso y repleto de tradiciones que se han ido perdiendo en el tiempo… Creo que es importante no olvidar ese sentido original, primigenio. Independientemente de las creencias que uno profese (y aquí hablo como pagana), creo que hay algo poderoso en ciertas fechas, como esta, en la que todos se unen en familia movidos por algo incluso más fuerte que la religiosidad. No por nada la Navidad y sus emociones nos pegan tan fuerte aunque estemos en una época católica, aunque estemos en medio de una Guerra Mundial, aunque estemos derrumbando el Muro de Berlín o estemos preocupados del Corona Virus. Todos anhelamos pasar la Navidad con nuestros seres queridos. Todos queremos refugiarnos en lo profundo de los buenos recuerdos, las tradiciones, las risas… y profesarnos amor. Ayudar a otros es también una forma de amor. Ese es el verdadero sentido de estas fiestas. Sea Navidad, Januka, Yule, Kwanzaa, o lo que sea. Es volver al origen. Aquello que nos tira. Claro, la comida, los regalos, son placeres indiscutibles. Pero dejemos un espacio para conectarnos con aquello que nos es sagrado, con aquello que nos es importante.

Son sólo 4 pasos. Nada nuevo, nada que no hayas escuchado ya. La implementación puede darse en distintos niveles, sé que a veces es más fácil «decirlo que hacerlo.» Pero dime, después de un año como este 2020, ¿Necesitamos más cargas? ¿Queremos más cosas que no necesitamos?

Si antes nos estresábamos por tener que compartir con mucha gente ahora nos estresamos porque no podemos verlos.

Creo firmemente que la Navidad se trata de algo más. Debe haber algo más. Este año nos ha dado la excusa perfecta para implementar todo aquello que en el fondo siempre hemos querido. Es cuestión de mentalizarnos. Y si el resto nos mira con cara de bicho raro, expliquémosles lo que estamos planeando. Les aseguro, que lo van a entender. En un año como este, ¿quién no lo entendería?

Deja un comentario